Manual rápido para el último vagón del
Metro
Me
habían contado que el amor se puede encontrar en el último vagón del Metro; sí,
ya saben, aquel al que llaman el “jotivagón”, “putivagón”, “cajita feliz” o
tantos otros nombres que yo no conozco: aunque ¿iba a ser yo tan obvio como
para ligarme a alguien ahí? No, no, yo soy una persona muy discreta, masculinamente
vestido y… Bueno, la verdad es que sí me he ligado uno que otro en el último vagón.
Chavos más grandes, otros más pequeños, incluso una vez un tipo mamado y yo…
¡Disculpen! Ése no es el asunto en este escrito, sé que tengo algo que narrar…
Pero es que me da tanta flojera pensar en
la gente que prefiere viajar en la ciudad caótica con su carro particular. Yo
por eso prefiero el Metro, lugar donde todos se encuentran, sauna subterránea y
centro de la cultura mexicana. Ningún día es igual en el Metro, por monótono
que parezca. Si eres mujer y quieres
sufrir pisotones y miradas que te barren de arriba abajo, lo mejor es irte
hasta adelante, si quieres ir apretadísimo y sin emoción, tu opción es subirte
en medio del andén, pero lo bueno es hasta el final, aquel colorido y feliz
último vagón del Metro. Por eso contaré lo que mi amigo Manuel me ha dicho de
él.
Subirte y permanecer ahí es todo un ritual.
Puedes identificar que has llegado porque en seguida verás a hombres con peinados
con crepe, bolsas Nike, pantalones muy, muy ajustados y un modo de caminar
bastante… sensual. A lo mejor al principio ves que hay un gran número de
hombres que esperan subir de ese lado, pero no te preocupes, en cuanto se abran
las puertas del vagón podrás entrar sin dificultad, pues cada quien busca su
cada cual. Los que abordan lo hacen con discreción, pues hay que procurar mirar
en pocos segundos a los cuatro puntos para ver con quién te puedes ir a
acomodar. De preferencia es bueno llevar unos audífonos, ya sabes, para eso de
llamar la atención cantando y seducir con los labios.
Las miradas son elementales, no puede
existir reina del vagón sin ellas. Atrapa al otro con la pupila seductora y no
dejes de mirarlo hasta que sepas que no te responderá con un “¿Qué pedo, puto?”
sino con una leve sonrisa que es como un “sí, hoy yo esa palanca”. Aprovecha
los finos frenones del Metro, es ahí cuando puedes acercarte un poco más a tu
presa ¡pero cuidado! De vez en cuando no falta el señor, ya casado y con hijos,
que va ahí sólo para manosear las tortas sin siquiera comérselas. En este lugar
no hay restricciones de edad.
Si de repente sientes que una serpiente se
desliza por tu piel, descuida, es una mano que ya empezó a saborearte cualquier
parte de tu tierno cuerpo; si sientes que un alacrán te pica insistentemente
por detrás ¡felicidades! Es que ya te ganaste la noche con alguien; será
cuestión de que decidas con quién te vas: juego erótico o noche ganada en “el
cinco letras” (aunque ten cuidado, seguro el que sale pagando serás tú).
Si eres heterosexual y poco tolerante a lo
homosexual, mejor evita interrumpir la Sodoma terrenal e ideal y busca otro
vagón. Si eres heteroflexible o buga con ciertas curiosidades frutales, no
gastes la entrada en un antro, mejor invierte tus cinco pesos y ven con
nosotros, seguro hay quien te pueda dar una mano.
Yo soy muy comprensivo con la comunidad gay, de hecho me iba en el ultimo vagón cuando iba hasta su pinshi madre en hidalgo puesto que no tengo nada en contra de ellos, hasta que un día un carnal ya grande, como de 30 años se enamoró de mí o no sé qué show. Cuando llegamos a Indios Verdes me persiguió hasta mi salida, yo presintiendo su comportamiento le di varias "vueltas de pendejo" a las salidas A1, A2, B1 y B2. Lo perdí en el OXXO.
ResponderEliminarLa historia del porqué no he vuelto a pisar el último vagón.
¿En serio Señor Bravo? Sí, en el último vagón pasa de todo y todos tienen pegue, no hay pierde. Todo eso traté de reflejar en el escrito, una combinación de comicidad y crítica.
EliminarOjalá no te vuelvas a encontrar al tipo que se enamoró de ti ;)