El
Caballero de los Ojos Malditos o el Jacinto solitario
¿Quién
soy?, ¿mi existencia es real?, ¿de dónde vengo y a dónde voy? Soy una sombra,
un silencio, algo peor que la ilusión; soy tu sueño. Un sueño fugaz que llega
cuando más lo necesitas, cuando más anhelas disfrutar la vida a costa de todos;
y cuando lo has hecho, cuando ya has saciado tu sed de deseo, de necesidad, es
cuando desechas tal sueño, cuando destruyes toda la existencia de mi ser. Me
convierto en algo menor, en el olvido, simplemente no soy eterno ni memorable
para tu corazón.
¿Qué soy y qué fui?, dímelo tú. Yo lo
escribo pero no sé si digo toda la verdad, sólo conozco tu crueldad y tu
frialdad. Conozco las risas que emites cuando piensas en que seguro yo estoy
llorando por ti (lo cual es cierto). Conozco la muerte que se desprende de tu
ausencia, sé de todos los sentimientos que viven en mi interior, aquellos que
todavía tienen tu nombre. En fin, sé que tú existes, y la razón por la cual lo
haces; pero entonces, ¿yo, yo que soy?, ¿qué signifiqué para ti? Es claro que
una necesidad, un medio, tan sólo un juguete; ¿pero ahora?, ¿soy tan sólo el
ser que escribe esto sin razón alguna?, aquél que sin inspiración plasma sus
ideas, sin siquiera tener alguien a quién dárselas. La literatura es una flor
marchita cuando su terreno se encuentra sin la firmeza de sus palabras; cuando
el agua deja de correr por la raíz de dicha planta; cuando el sol niega sus
rayos a tal ser que busca vivir.
Hoy yo busco vivir, al igual que mis
letras, pero todas han mudado de cuerpo, se ha extinguido el deseo de escribir
y escribir, de sentir y de expresar, de observar y crear. Hoy sólo se trata de
recordar, y no más.
Por eso aquí me tienes, escribiendo sin
sentido alguno, y no te culpo si consideras este texto como algo aburrido, como
lo peor que has leído de mí; la verdad es, y como lo has leído, que el interés
que tenías por mí se esfumó, y con él todas mis ideas, todas mis ganas de creer
que podía ser alguien en este efímero y cruel mundo de la literatura.
Tu castigo me es eterno. Saber que mi
recuerdo está empolvado en la oscuridad de tu ser me hizo sacar también mi lado
tenebroso; ¿por qué me debía quedar congelado ante la tormenta que en mi
interior se creaba? Siempre quisiste un caballero que viniera por ti, un hombre
de semblante masculino, dispuesto a luchar, que fuera tu escudo, tu protector.
Que en sus ojos se viera la furia del amor, el sentimiento perfecto que
estuviera correspondido con el tuyo. Una imagen ideal que simplemente no fuera
humana, que fuera el aliado del Sol, su compañero que fuera tan capaz como para
jugar con él.
¿Por qué no lo podía ser?, ¿por qué yo no
era capaz de convertirme en todo eso?; al hacerlo seguro iría por ti, seguro de
esa forma estarías orgulloso de mí, estarías satisfecho con tenerme a tu lado.
No importa cuántas vidas tenía que quitar, al final, yo sería tu número uno
para siempre, y no otro.
Claro, un caballero creado del poder y de
la esencia de la Luna, único astro que puede competir con el Sol en cualquier
hazaña. Su armadura brillaría al contacto con los rayos de la Luna,
resplandecería todo su cuerpo, sería tu guía y a la vez tu protector, pocos
podrían ver tal magnificencia de hombre. Su andar sería cauteloso, elegante y
seguro. La perfección de su andanza demostraría el gran valor y la gran fuerza
que este guerrero tendría para sobrepasar lo que tú necesitas: admiración de
parte de los demás.
Su presentación no sería cualquier cosa. Al
tener el brillo de la Luna sería suficiente como para impactar, pero una
neblina antes de poderse observar haría a los mortales escapar ahuyentados,
pues nadie sería digno de poder observar la presencia de tal caballero. Sólo
los dignos de ser fuertes ante el miedo serían los que merezcan el honor de
conocer a este nuevo hombre.
Aquellos que han aguantado tal presión de
muerte estarán enfrente de este guerrero, quien está armado con las armas más
extrañas que jamás se hayan visto. Plata pura que crea una luz deslumbrante al
ser mostrada. Pero eso no es lo mejor; no, pues aún falta su mirada, su mirada
asesina, una que nadie es capaz de poder mirar, de siquiera conocer el color de
las pupilas y el modo en cómo te observa este caballero.
En toda mirada está la esencia del alma, la
presencia más pura de todo ser humano; pero en sus pupilas se encuentran todas
las presencias, todo lo contrario a lo más puro del hombre, en estos ojos están
todos los llantos, todo el dolor, la ira, el rencor, la sangre y la oscuridad
de toda la raza humana. No es posible observar tanta tiniebla, tanta maldad, es
imposible estar frente a la muerte y no morir. El destino de quien se atreve a
esperar a que el Caballero muestre sus ojos es desolador, es el desmayo, es la
rendición ante su persona.
Incluso tú morirías, pues no es perfecto en
su totalidad, desobedece a su creador, a sus creadores. Todos, todos aquellos
que le hicieron daño serán sus víctimas, sus presas para atrapar y doblegar,
para que todos repitan su nombre, repitan el esplendor de sus ojos, de su
armadura, de su espada. Sólo un nombre podrán decir cuando se encuentren en el
abismo de la muerte, y éste será: Caballero de los Ojos Malditos.