domingo, 27 de enero de 2013

El verso no muere

Esto que he de contar aconteció en un día en el que la luz mágica e inspiradora de la Luna bañó con su brillo puro a mis ojos. Recuerdo que un día antes había visto cómo el hijo del señor más rico de la colonia, quien luego de morir dejó a su hijo en la pobreza, le regalaba millones de pesos a la señora que vendía dulces en la esquina; una historia que, sin duda alguna, marcó mi vida, así como lo que me pasó a mí.

Mi maestra de tercer año de primaria era increíblemente linda, de personalidad noble y amorosa, una maestra que jamás olvidé por su forma de ser y porque ella siempre nos decía en la clase de Español: "No olviden las rimas, su ritmo, su poder y su dulzura; jamás olviden que los versos no mueren". Estas y otras palabras siempre las decía justo antes de que empezara a recitar un pequeño poema que ella misma había escrito, siempre decía que se sentía muy feliz cuando nos compartía este poema. Ella de vez en cuando, cuando recitaba el escrito, solía sacar unas lágrimas de emoción por el simple hecho de leerlo.

Pese a esta emoción que siempre mostraba al recitar, había muchos de mis compañeros, que, por el contrario, ya estaban hartos de escuchar el poema que a veces nos recitaba la profesora. Algunos tomaban a la maestra de loca, a otros les aburría y la ignoraban, algunos tantos (los "cumplidos"), sólo le ponían atención por el interés en la calificación, pero no se veía en sus rostros un interés ni una pasión por los versos que ella exclamaba; en cambio, habíamos algunos que, muy al contrario a los demás, nos emocionaba que la maestra comenzara con su recitación y también llorábamos con ella cuando lo hacía. Nosotros sabíamos el poema de memoria, en lo personal, cada día lo repetía una y otra vez en mi mente y a veces se lo decía a mi mamá.

En fin que otro día de clases, cuando ya estábamos en el salón, la maestra estaba parada al frente, a punto de empezar la clase, que, hermosamente, era Español. Entonces ella, con esa voz potente que me encantaba, con ese gesto de esperanza que me atrapaba, y con su vista puesta en nosotros que me inspiraba, comenzó a decir: "Niños, no olviden lo importante que es la poesía en este mundo, lo importante que son las letras, las artes, su realización y difusión, su sentimiento... Todos ustedes deben intentar, desde ahora, adentrarse a un arte, no dejen que esa creatividad que ahora tienen se muera, no lo permitan. Vivan y vuelen con la música, con la pintura, con la literatura, con la danza.

Yo espero que cuando se gradúen de esta primaria, que cuando pasen a la secundaria y demás niveles, no olviden jamás estas palabras; no olviden las artes, porque si las guardan en sus corazones no habrá nada en el mundo que las pueda acabar. También espero que recuerden alguno de estos versos que les recito, para que ya de grandes los repitan y comenten que fue su maestra de tercero de primaria la que les enseñó a recitar así".

Entonces ella comenzó a recitar:

Blanca paloma,
vuelas con libertad
porque eres símbolo de humildad
y todos en tus alas queremos estar.

Blanca paloma,
por montañas, por árboles,
por el mar tú andas
haciéndonos ver tus hermosas alas.

Blanca paloma,
detente, no te vayas,
no te despidas ya,

porque hoy mi sonrisa te vengo a mostrar.


Entonces acabó de recitar y todos le aplaudíamos; sin embargo, como ya dije, no todos lo hacían porque realmente sintieran el poema en sí.

Así es, ella era mi maestra de tercer año de primaria. Pasaron los años y me gradué de la primaria, de la secundaria, de la preparatoria, de la Universidad en la carrera de Lengua y Literaturas Hispánicas; pasé todos estos niveles sin nunca olvidar los versos que la maestra pronunciaba en esas hermosas clases de Español.

Al acabar mi carrera me ofrecieron enseñarles español a niños del estado de Oaxaca, en ese tipo de primarias en donde hay pocos maestros y es urgente que los pequeños hablen el idioma del país, decidí ir a trabajar allá.

En las clases yo les repetía a los alumnos lo mismo que mi maestra de tercer año nos decía, les expresaba la importancia de las artes en la vida, de cómo los versos creaban sentimientos tan hermosos en cada uno de nosotros; cuando mencionaba esto, los niños se emocionaban mucho, ellos aplaudían y siempre me sonreían, sus rostros cambiaban a uno lleno de esperanza, mismos que reflejaban sus deseos de querer ser grandes personas en la vida, incluso hubo algunos que me comentaban que querían ser grandes artistas en el país.

Así era siempre cuando yo les comentaba lo mismo que mi maestra nos decía. La emoción de los pequeños era grande, pero, sin duda alguna, cuando recitaba el poema y terminaba, su emoción era mayor, pues había algunos que soltaban lágrimas, otros que sonreían, algunos suspiraban por este hecho. Con cualquier expresión que ellos hacían yo también lloraba de la emoción y de ver cumplido el sueño de mi maestra, el de nunca olvidar sus palabras así como su persona...

Pasé un gran año enseñando español a los niños de Oaxaca, una experiencia inolvidable en todos los sentidos, sin embargo, tenía que regresar al Distrito Federal para empezar a tramitar mi pase a la maestría. En los días en que hacía ese proceso me asaltó un gran sentimiento de haber cumplido una promesa y un sueño de alguien especial para mí, precisamente el de mi maestra, por no haberle fallado en lo que nos decía.

Decidí entonces ir a visitarla a la primaria, esperando encontrarla todavía. Cuando llegué, los encargados de la puerta no querían dejarme pasar, pero cuando les mostré mi credencial de profesor y excusando de que quería ser maestro en dicho lugar, ellos me dejaron entrar. Cuando por fin entré, y fingiendo ir a la dirección, comencé a buscar a mi maestra y fue mi fortuna encontrarme a una de sus amigas con las que ella solía comer en los recreos.

Me acerqué a su amiga y le comenté que yo era ex alumno de la maestra Patricia, a quien deseaba en verdad encontrar. En cuanto le comente quién era yo, ella me contestó:

-Desearía que no supieras lo de Patricia como lo sé yo, pero ella está gravemente internada de salud en un hospital, se dice que cayó en depresión después de que su esposo la dejó, tal vez te gustaría ir a visitarla...

-En verdad quisiera hacerlo, quiero estar un momento con ella, porque aún la recuerdo, así como su poema-Le comenté.

-¿Aún recuerdas su poema después de tanto tiempo?-Sorprendida, pero feliz, me comentó la amiga-, ella siempre esperó que alguno de sus alumnos regresara y le recitara aquel poema; sin embargo nunca nadie vino, pese a que tuvo muchas generaciones, jamás regresó algún alumno para visitarla, su sueño no se cumplió; en verdad tienes que ir al hospital a cumplir lo que ella tanto deseó.

En seguida su amiga me dio la dirección del hospital, me indicó en donde estaba mi maestra, el piso y el cuarto y cómo llegar fácilmente. Sin pensarlo, ese mismo día, en la tarde-noche fui a verla; en cuanto llegué la enfermera me llevó a su cuarto, pero en cuanto entré, sentí una gran tristeza al ver el cuarto solo, lúgubre, gris por la ausencia de un familiar o conocido que fuera a visitarla, el ambiente que se sentía en la habitación era de soledad.

Sí, allí se encontraba ella, en una cama, conectada con el pulso que todavía sonaba a través del aparato. Entonces me acerqué y ella estaba dormida o inconsciente, su cara estaba muy pálida, reflejo de que el tiempo había pasado en ella, ahora sólo la muerte era la única que la visitaba a diario esperando a que se fuera del mundo.

La enfermera me dijo que la maestra sólo podía escuchar lo que se hablaba, me comentó que se le hacía raro que no se dejara morir, pues nadie la visitaba, estaba sola. Después la mujer me dijo algo muy cierto, y era que parecía que la maestra estaba esperando algo para al fin irse...

La enfermera se salió del cuarto y entonces me senté a lado de mi maestra, la tomé de la mano y llorando le dije:

-Nunca pensé verla así, tan diferente a como era en clase; ahora es tan callada y no con ese entusiasmo que la caracterizaba. Tal vez usted no me recuerde, por eso le diré quién soy, soy Rodolfo, un ex-alumno de usted de hace 15 años; debo decirle que yo sí la recuerdo a usted, aún conservo mi admiración hacia su persona, nunca olvido sus clases tan inspiradoras y fascinantes; pero, sobre todo, nunca olvido lo que decía y recitaba antes de empezar la clase de Español, por eso mismo he venido a cumplir su sueño.

Entonces suspiré profundamente, contuve el llanto y comencé con voz fuerte y clara a recitar:

Blanca paloma,
vuelas con libertad
porque eres símbolo de humildad
y todos en tus alas queremos estar.

Blanca paloma,
por montañas, por árboles,
por el mar tú andas,
haciéndonos ver tus hermosas alas.

Blanca paloma,
detente, no te vayas,
no te despidas ya,
porque hoy mi sonrisa te vengo a mostrar.

Sin esperarlo, y sin abrir sus ojos, ella repitió conmigo la última línea del pequeño poema, mientras ella hacía esto, una lágrima caía lentamente por su mejilla y tenía una débil sonrisa en su rostro. Tiempo después a que hizo esto, suspiro así como yo lo hice antes de recitar el poema; luego con voz baja, pero sin quitar su sonrisa, me dijo "Gracias". Cuando terminó de decir esto, yo comencé a llorar al ver que su pulso finalmente había terminado.

jueves, 24 de enero de 2013

Y como el Sol vio que esta historia era muy esplendorosa, mandó que yo escribiera en este libro unos versos que dicen así:

Ya el caballo que vuela,
entre humo se ve opacado
al ser insigne testigo
de un pueblo que es sometido.

Pues en el palacio de las bodas del poder
un ser dedicaba palabras a su traición,
mientras afuera la gente no quería perder
la dignidad ante su proclamación.

Las instituciones presidente te podrán llamar;
mas sabemos que para la nación
imposición y represión es la cara de tu gobernar.

Por eso ahora el caballo que vuela,
con lágrimas resiste esta cruel violencia,
misma que es resultado de tu corrupta injusticia.

miércoles, 23 de enero de 2013

Lo que el dinero no da



Esto que te he de contar aconteció en un día en el que el Sol, con su cabellera de resplandeciente encanto, entró en mi ventana sin anuncio alguno. Había estado realmente inspirado en estos últimos días, esto por haber sido testigo de un nuevo amorío entre un chico que solía jugar fútbol todos los días y otro que había estado triste por alguna extraña razón; sin duda alguna ver esto fue un acto lindo y motivador para la vida.

En fin, que gracias a esta inspiración ahora es mi turno para contar lo que aconteció a un hombre, de nombre Aldo, de la familia Slam, cuyo padre, de la nada, había sacado tanto dinero como nadie se hubiera imaginado, que si el poeta que existió siglos atrás hubiera visto la riqueza en la que vivía tal familia, con justa razón sería poderoso y entonces lo caballero corto quedaría.

Aldo era hijo único, siempre lo tuvo todo y vivía en un paraíso terrenal del cual Dios desearía bajar para probar un poco de ello, de esos lujos que Aldo tenía. Su padre, a pesar de ser en extremo codicioso y ambicioso, no quería que nadie sospechara del increíble dinero que ganaba, es por ello que, para que nadie supiera de su origen, compró una casa en una zona más o menos rica, en donde pasaban bien desapercibidos ambos, que si yo sé y cuento éste suceso de la familia Slam, es porque en poco tiempo la vida perderé.

¿Quién no quisiera tener el dinero de Aldo?, la vida vivía bien, mejor que la de un político. Él y su padre, indudablemente, eran los más ricos de toda la colonia en donde vivían, eran en extremo felices ambos. Aldo, quien no deseaba trabajar, pero que solía ir a las plazas comerciales para ver qué se compraba, caminaba a diario por la avenida que estaba cerca de su casa, en la cual, todos los días veía a una señora con su hijo; el niño siempre llevaba el uniforme de la primaria que estaba en la colonia, y la señora trabajaba vendiendo dulces en la avenida, desde la mañana hasta la noche.

El niño siempre estaba haciendo la tarea junto a su madre, sin padre, sin mesa, sin computadora ni ninguna otra herramienta, toda su vida dependía del trabajo de su madre, es decir, de vender golosinas en la avenida. En cambio, Aldo, quien ni de comida se preocupaba, y, en cambio, sí lo hacía por el nuevo Iphone, veía siempre con desdén a esta familia, a cada que pasaba los miraba con asco y hasta se reía de ellos, decía: “¿Por qué no intentan tener un trabajo más digno?”.

Así fue como pasaron los años, con la misma señora de los dulces de la avenida, su hijo cada vez creciendo más, el mismo Aldo, pero ya no el mismo padre poderoso, pues el señor había muerto de una forma cruel e infame (32 balazos en el cuerpo y cortada la cabeza); fue entonces que Aldo perdió todo el dinero de su padre, sus coches, sus posesiones, muchos de sus muebles; todo, excepto la casa, que era en donde vivía todavía Aldo, ya sin su padre, ya huérfano pero con 30 años de edad.

Cuando Aldo quedó sin su padre, todo su mundo se le derrumbó, pues ya no había dinero, ni lujos, ni carros, todo estaba arruinado, terminado, su vida era peor que un caos, su existencia era como el trueno fuerte que se siente cuando te das cuenta de que para el mundo eres nadie. En fin, que Aldo no salió por varios días de su casa, la muerte de su padre era todo un trauma, tenía miedo, mucho miedo, no entendía por qué habían asesinado a su padre de esa manera.

Fueron semanas las que pasó sin contacto alguno, la casa estaba descuidada por dentro y por fuera, estaba lúgubre, sin vida, él estaba más delgado, demacrado y sucio. Aunque tenía un buen dinero ahorrado, le era ahora inservible y aún más sin valor cuando su padre ya no estaba con él.

Enclaustrado de esa forma, él comenzaba a morir de hambre, tenía que comer algo, pues aunque deseara la muerte, había algo en su interior que no lo dejaba irse tan pronto. Fue entonces que recordó a la señora de la avenida, quien, aunque no vendía comida como tal, vendía algo que por lo menos mantuviera satisfecho el estómago de Aldo.

Él entonces se dirigió sin emoción alguna con la señora, finalmente llegó con ella. El hijo de la señora, a través de todos estos años, ya se encontraba estudiando en la secundaria; sin embargo, la señora ya se veía muy cansada de trabajar, incluso se veía muy hambrienta, al igual que su hijo. Hasta ese momento, Aldo había hecho algo que antes no hubiera realizado, y era que se detuvo un segundo a observar detenidamente en qué condiciones vivía la mujer.

Cuando él recibió lo que compró, se dio la vuelta y caminó lentamente y con un gesto en su cara que demostraba su impacto y sorpresa al ver la imagen de la señora, quien estaba acabada, sin sonrisa alguna y con semblante de preocupación, así como su hijo, quien estaba a su lado hambriento pero haciendo la tarea. Esta imagen simplemente fue como un balazo para él.

Cuando llegó a su casa, Aldo tiró lo que se había comprado, empezó a gritar y a aventar al suelo todo lo que se encontraba a su paso, él entonces comenzó a llorar al tiempo que se arrodillaba en el suelo, rodeado de todos los trozos de objetos que en el piso estaban. No dejaba de llorar, sentía dolor, mucho dolor, combinado de nostalgia y remordimiento. Su padre, su vida, la señora, su hijo, sus existencias… ¿Qué debía de hacer él?

Una mañana, cuando la luz del Sol tocó su cara, los ojos de Aldo de inmediato se abrieron, sin sentir esa pesadez matutina de cuando uno despierta, no, él simplemente recibió la luz del Sol en sus pupilas y se levantó de la cama. De pronto pensó en la señora de la avenida y decidió, sin razonarlo, ir con ella. Para eso se bañó, se rasuró, se vistió con la poca ropa decente que aún le quedaba, esto para acercase sin ninguna sospecha a la mujer.

Él llegó, y para su fortuna, el hijo de la señora no estaba ahí, pues seguía en la escuela. Entonces, cuando la señora le iba a entregar lo que según él había comprado, Aldo le preguntó:

-Disculpe, si no es imprudencia, ¿me podría decir en qué año escolar está su hijo?-Preguntó Aldo.

La mujer lo miró extrañada, entonces contestó:

-Él va en tercero de secundaria.

-Entiendo, poco para entrar a la preparatoria-Expresó feliz Aldo.

-No señor, me duele decirlo, pero creo que mi Cristóbal no entrará a la preparatoria, porque no podré cubrir los gastos de ese nivel, pues si apenas y comemos una vez al día, ¿cómo voy a poder darle lo que necesita cuando entre a la preparatoria?-La señora entonces comenzó a llorar-, me duele, en verdad me duele porque él, como nadie, quiere estudiar y llegar muy lejos.
Cuando estamos en la noche abrazados me dice lo tanto que desea ser químico, que quiere ser un gran científico y nunca dejar de inventar cosas. Yo sólo le digo que lo logrará, pero la verdad, es que ni en sueños podría mantener una carrera como esa-Ella entonces se llevó su mandil a la cara, se limpió las lágrimas y muy apenada le dijo a Aldo-; perdone usted, me puse muy sentimental, disculpe si le hice pasar una vergüenza.

Aldo, con los ojos bien abiertos, el corazón latiendo, a punto de llorar también, y con una brisa de sentimiento, respondió:

-No, no me apena en nada señora, y no se sienta mal; mire, le voy a pedir un favor, cuando yo me vaya espere unos minutos para entrar en la calle por donde yo entraré, y espéreme en medio de ella, sin moverse, hágalo por favor.

Cuando Aldo dijo esto y se alejó, la señora se quedó extrañada y aún dudó de si hacer lo que él le había propuesto. Ella no sabía qué hacer, pensó en simplemente ignorar la propuesta del hombre, pero decidió arriesgarse, al fin que era de día y no estaba lejos el lugar.

La mujer se acercó cautelosamente al punto de encuentro, tenía miedo pero a la vez estaba intrigada por saber lo que quería Aldo. Ella llegó al lugar y esperó unos segundos para que Aldo llegara con una maleta negra en la mano. Él se acercó con ella y le dijo:

-Señora, sonará raro e incluso asunto de desconfianza, pero todo lo que le diré es verdad-Él abrió un poco la maleta que traía, en ella se alcanzaban a ver muchos billetes de gran cantidad-, éste dinero es mío, pero ya no lo necesito, yo en realidad ya tuve y tengo lo que deseo, y por eso quiero que este dinero, que a lo mejor no es mucho, lo utilice usted para los estudios de su hijo, para que vivan bien, es más, si gusta podemos abrir una cuenta para que no lo exponga. Mire, sé que esto es extraño y puede pensar lo peor de mí, pero yo soy el hijo del señor Slam, quien hace poco murió, seguro lo conoce...

-Sí, oí de su muerte-Contestó ella de inmediato.

-Yo le aseguro que éste dinero no tiene nada de sucio, por favor, acéptelo, que yo quiero que usted y su hijo vivan mejor, y que su niño llegue a ser lo que quiere. Tal vez el dinero no dure para siempre, pero la esperanza y la alegría de los sueños sí. Por favor, acéptelo.-Continuó insistentemente Aldo explicando.

La mujer se llevó la mano a la boca, no podía creer esto, era algo que parecía un sueño, el futuro de su hijo y de ella estaba a un paso de cambiar, su esfuerzo y deseo por ver a su hijo feliz, y siendo lo que quería ser, la llevaron a estar a punto de llorar; en ese momento su hijo la encontró ahí con Aldo.

-¿Mamá, qué haces con éste señor?-Preguntó su hijo extrañado.

Con los ojos rojos por querer llorar, y con una voz a punto de ceder al llanto, la señora respondió:

-Hablamos del increíble químico que serás en el futuro…

viernes, 18 de enero de 2013

Y como el Sol vio que esta historia era muy esplendorosa, mandó que yo escribiera en este libro unos versos que dicen así:

Bien puedes por un momento reír,
bien puedes por un momento abandonar,
bien puedes por un momento disfrutar;
pero no puedes del sufrimiento escapar.

Tú por ahora vivirás el momento,
olvidando lo que mis versos dieron
y lo que mis acciones ofrecieron;
pues un corazón impuro llevas por dentro.

Yo, que tranquilo, (aunque dolido),
me muestro todos los días,
nunca olvido que la fortuna
sube y otras veces baja.

De ella ni del dolor escaparás,
su esencia es natural en esta vida;
por eso, ni el más poderoso o despechado
se salva de caerse y no poderse levantar.

Para cuando te suceda eso
a mí la fortuna en punto medio me tendrá:
ni pensándote ni escribiéndote un verso;
sino teniéndote en el olvido para no verte más.

miércoles, 16 de enero de 2013

¿Qué sabes hacer con el balón?

Esto que he de contar aconteció en un día en el que el apacible y armonioso rayo del Sol entró a mi ventana para así iluminar mi rostro que se encontraba mirando hacia la calle. Me encontraba yo pensando acerca del amor, pues hace unos días había visto que del último vagón del Metro se había bajado un tipo de unos 25 años con un niño de secundaria, seguramente el tipo grande lo había bajado sólo para seducirlo; así mismo, no a muchos días también que había terminado con una persona especial con la cual había durado ya bastante tiempo. Terminar con mi pareja había sido bastante fuerte para mí, no había podido salir de este estado pensativo y oscuro, me sentía cansado de la vida, no tenía un motivo para vivir, hacía mucho tiempo que no sonreía frente a las personas; mi vida pasó del azul armonioso al gris culposo.

Todos los días me ponía en mi ventana para observar lo que había afuera, sólo veía caminar a la gente mientras el tiempo pasaba normalmente. Mientras me quedaba por horas viendo hacia afuera, con frecuencia también veía a mi vecino practicar fútbol, él siempre practicaba 10 minutos antes de que yo me saliera para ir a la escuela. Mi vecino era de estatura un tanto baja, con cabello chino, blanco, con cara muy tierna, labios gruesos y de color rojo vivo y muy atractivos, él tenía la misma edad que yo.

Cada día se ponía a jugar, a cada que lo hacía yo me iba a la escuela y lo dejaba atrás practicando con su balón, aunque éramos vecinos de toda la vida, nunca nos habíamos hablado, ya fuera por pena, por indiferencia, o porque yo temiera de que él se enterara sobre mi sexualidad.

No obstante, mi vida era peor cada vez, la tristeza invadía mis ganas de vivir que incluso hubo momentos en los que salía llorando de casa. Mientras este mar de depresión seguía, fue mi sorpresa que, un día cualquiera, en el que ya había salido para ir a la escuela y me encontraba igual de pensativo, planeando en lo qué haría este fin de semana para sobrevivir y mostrar una cara falsa de felicidad para estar con mi familia; de la nada vi que el balón de mi vecino pasó muy cerca de mi lado y quedó justo enfrente de mí, entonces volteé para ver en dónde estaba él, a lo que vi que se estaba acercando rápido a mí.

Cuando finalmente llegó conmigo, se agachó, tomó el balón y entonces me dijo:

-Disculpa si te espanté o algo así-Sonrió.

-No te preocupes, no pasó nada, sólo fue extraño que pasara tan cerca de mí el balón-Le devolví la sonrisa.

-¿Le tienes miedo a los balones?-Me preguntó de la nada.

-La verdad es que un poco, supongo que es porque jamás he tomado uno-Un tanto apenado respondí.

-¡En verdad perdona!, no pensé que tuvieras ese miedo-Me dijo aún más apenado que yo.

-¿Por qué pides disculpas?, si sólo fue un accidente, no tienes de qué preocuparte-Traté de tranquilizarlo.

-Muchas gracias; ¿sabes?, somos vecinos y ni si quiera sé tu nombre, ¿cuál es?-Volvió a sonreír.

-Guillermo, me llamo Guillermo ¿y tú?-Pregunté extrañado por su interés de saber mi nombre de la nada.

-Yo me llamo Rafael, mucho gusto Guillermo. Bueno, veo que vas a la escuela, no te detengo más, espero que podamos hablar más después.-Dijo y entonces regresó a su casa corriendo.

Después de que se fue, yo seguí mi camino y pensé en que finalmente, después de tanto tiempo, le había vuelto a sonreír a alguien, a alguien que apenas conocía...

Al día siguiente a esto, volví a bajar para irme a la escuela, salí de casa y cuando pasé enfrente de Rafael, quien ya se encontraba practicando fútbol, lo saludé, de pronto él me comentó:

-Oye Guillermo, estaba pensando que la manera en que puedes quitarte ese miedo por el balón es practicando con él.

-¿Tú crees que eso ayude?-Le pregunté muy extrañado por su comentario.

-Claro, verás que eso funciona a la perfección-Confesó.

-Puede ser..., pero es que yo nunca he manejado un balón, sé que fallaría mucho-Dije apenado.

-Vamos, no seas tan duro contigo, ¿qué tal si tú y yo practicamos mañana aquí afuera en la calle?-Me propuso.

Cuando me dijo esto, quedé sorprendido por su invitación, sin embargo también había nacido en mí cierta ternura, pues esto me lo había dicho con un tono seguro pero a la vez tímido que hacía que Rafael pareciera un niño pidiendo compañía para su diversión.

-Está bien, acepto lo de mañana, ¿te parece a las 4 de la tarde?-Le propuse.

-Ya estás Guillermo, te espero mañana-Respondió feliz, entonces se despidió de mí y siguió jugando mientras yo continué mi camino.

Llegó el siguiente día, sábado, me levanté, me bañé, desayuné, hice todos mis deberes hasta que por fin faltaban 30 minutos antes de las 4 de la tarde; no sabía cómo vestirme para practicar con Rafael, así que sólo me puse un pantalón de mezclilla, tenis y una playera sencilla; la verdad es que estaba un tanto nervioso porque tenía miedo de que se diera cuenta sobre mis gustos, pues yo solía ser un tanto obvio a veces.

Al fin salí a la calle, lo esperé afuera de su casa y minutos después salió. Cuando abrió la puerta de su hogar y lo vi, quedé sorprendido, estaba vestido de una manera atractiva, deportiva, pero atractiva. Tenía una playera de la selección mexicana, un short negro y unos tenis blancos; sin embargo, a mí lo que me atrapaba más eran sus piernas, eran increíblemente bellas, blancas, un poco velludas, delgadas, un tanto marcadas.
Esto no sólo me causaba gusto, sino que también nervios, pues sabía que no dejaría de verlo en todo el día, y eso podría hacer que él se diera cuenta de que me gustaba su cuerpo.

-¿Listo para comenzar?-Se acercó y me dijo.

-Eso creo-Contesté nervioso.

Entonces comenzó la práctica, él me enseñó cómo patear el balón, hizo un movimiento con su pie de tal forma en que pudiera darle dirección al balón al momento de patearlo, lo intenté y fallé, pero pese a eso, él siempre sonreía e iba por el balón, después me pedía que lo volviera a intentar. Pronto tuve un avance en lo anterior, así que continuamos en pasarnos el balón el uno al otro, él a veces lo hacía más rápido que yo, por lo que no podía seguir su ritmo y por tanto volvía a fallar.

De pronto puso dos piedras para simular una portería y dijo que imaginara que era una cancha y que intentara meter un gol, así lo hice y no lo logré, a veces me desesperaba pero él me tocaba el hombro y me decía que no me rindiera. Entonces él pateó el balón y metió un gol fácilmente, como vi que lo hacía muy bien, le pedí que me mostrara sus habilidades, él lo hizo y era increíblemente bueno, parecía un gimnasta que no dudaba en hacer su siguiente movimiento, él movía el balón con gran dominio.

-Eres muy bueno, ¿estás en algún equipo?-Le pregunté mientras lo veía.

-Sí, lo estoy, pero por el momento no he ido a practicar con ellos-Contestó mientras seguía practicando con el balón.

-¿Por qué no has ido con ellos?

-Porque ellos se fueron a un torneo a otro Estado, pero yo decidí quedarme-Detuvo su práctica con el balón-; pero en fin, cuéntame algo de ti-Rafael entonces se fue a sentar a la banqueta.

Me puse muy nervioso por no saber qué decirle sobre mí, pero decidí irme a sentar a su lado.

-No sé qué decirte-Respondí tímido.

-Hay algo que quiero preguntarte, espero no te incomode-Cuando él dijo esto, mi corazón empezó a latir rápidamente, me puse frío de las manos y sentía cómo mi cuerpo temblaba un poco-; hace unos días vi que saliste de tu casa con unas lágrimas en tu cara, ¿estás bien, te sucede algo?-Preguntó.

Temía mucho de que me preguntara algo sobre mi sexualidad, pero el que me preguntara sobre mi estado sentimental fue peor, pues me entró mucho sentimiento al momento de hablar.

-No, la verdad es que no estoy nada bien-Respondí triste.

-¿Qué te sucede?-De inmediato preguntó.

-Bueno, sucede que hace unos días terminé con mi pareja. Todo empezó cuando mi pareja dijo que se iría de viaje a Guadalajara, y que regresaría en unos 5 meses o más, le dije que iría a despedirme de él, pero él lo negó, pues iría su familia con él y eso haría que todos supieran sobre su sexualidad; pese a que me insistió, yo decidí ir, aunque fuera en condición de amigo, así lo hice y llegué a la estación de camiones en donde estaba él, pero fue raro no encontrar a su familia por ningún lado. En cuanto lo vi traté de controlar mis emociones y mi tristeza, pero no pude, intenté abrazarlo pero no se dejó, él estaba muy extraño, le pregunté qué le sucedía y cuando ya me iba a contestar, bajó del camión otro hombre y le dijo a mi novio: "Ya estoy listo mi amor"; mi pareja entonces me confesó que el viaje que haría era para siempre, y que en realidad no se iría con su familia, sino con ese hombre al cual amaba mucho. En cuanto terminó de decirme esto, me quedé noqueado, acabado y humillado, no sabía qué decir o qué hacer, él simplemente se dio la vuelta y se subió al camión con ese otro, yo sólo vi cómo los dos marchaban rumbo a su destino, rumbo a su vida juntos...-Cuando le terminé de contar esto a Rafael, comencé a llorar tanto que no pude evitar recargarme en su hombro, él entonces se quedó pasmado por lo que hice, yo me percaté de esto y me levanté-. ¡Perdona, en verdad perdona, yo no quería hacer eso!-Le dije apenado y entonces rápido regresé a mi casa.

Toda la noche estuve pensando en lo estúpido que había sido por llorar y recargarme en el hombro de Rafael, todo mi esfuerzo para disimular sobre mi sexualidad no había servido de nada, fue tanta mi tristeza de recordar de por qué había terminado con mi pareja que no pude resistir en contárselo todo tal y como fue; esto me llevó a estar más triste de lo normal.

Al siguiente día mi mamá me pidió ir a la tienda, yo acepté sólo por obligación, pues no quería salir por temor a encontrarme a Rafael afuera, así que antes de salir vi por mi ventana si él estaba en la calle practicando, cuando noté que no estaba, salí rápido a la tienda para no verlo ni que me viera, caminé lo más rápido para salir de mi calle y entrar a la tienda, pero antes de lograrlo, un balón cruzó a mi lado, rápidamente pensé que era él, no había ninguna duda, entonces no sabía qué hacer, si voltear para verlo o seguir de largo, estaba indeciso, pero sabía que mientras me encontrara ahí parado, él podría acercarse más a mí.

Finalmente decidí voltear, cuando lo hice, no vi nada atrás, veía a los lados y tampoco había alguien, entonces volví a ver el balón y me agaché para tomarlo, en cuanto me levanté escuché a alguien que decía a mi lado:

-Gracias por tomar mi balón, pero por favor, ya no estés triste-Era Rafael.

Cuando volteé a verlo vi que tenía un ramo de flores, el cual me lo estaba ofreciendo con su mano extendida. Me levanté por completo, vi las hermosas flores, lo vi a él, solté el balón y de inmediato lo abracé.

lunes, 14 de enero de 2013

Y como el Sol vio que esta historia era muy esplendorosa, mandó que yo escribiera en este libro unos versos que dicen así:


Mi ánima ya sube sin detenerse,
lista está para conseguir su objetivo,
ella busca y yo espero el momento
para que el deseo se vea por fin realizado.

Va llegando y va sintiendo gran regocijo,
pues ¿quién pudiera resistir
las energías del cielo
y los rayos de Dios en el interior?

Así la llave y el permiso
del ser más divino
nos permiten entrar y continuar
para así conseguir por lo que entramos
al reino de los cielos.

Azul claro y esplendoroso
es el paisaje de todo este mundo.
Coros armoniosos y exquisitos
ya se escuchan a cada momento.

Muros cristalinos resplandecientes
lo dejan ver todo a cada paso;
pues, aunque las piedras preciosas
están dentro de los edificios, todo aquí es visible.

De castillos con luces diversas
es en donde habita el ente
por el cual decidimos entrar sin mas;
quien por fin me ha visto sin una señal dar.

Tan juvenil es su rostro y suave es su piel,
como la brisa en primavera que es frágil;
y todo lo envuelve en su fresco aroma de miel.
Él es así de belleza natural y envidiable.

Su cuerpo es el labio más atractivo
para probar en cada noche de luz maravillosa;
es él la idea más grata de la cristiandad.
De nombre Gabriel, arcángel del amor.

Con sus alas imponentes ya baja,
cual gota cae de la fresca rosa;
pronto nos tomamos de las manos cálidas
y entonces de este hermoso cielo
decidimos no saber ya nada.

domingo, 13 de enero de 2013

Dios te ama

Esto que he de contar aconteció en un día en el que el Sol fijó sus rayos de luz puros y fuertes en mi rostro. Yo estaba parado en el barandal de enfrente de mi salón, ahí estaba pensando sobre las cosas que últimamente había visto a mi alrededor, una de ellas, la vez en que desde la ventana alta de mi casa, a media noche, me asomé para ver el patio de mi vecino que tenía fiesta en sus recámaras de arriba, y fue mi sorpresa ver cómo de la nada uno de los invitados bajó a visitar a otro niño que yacía, por ese día, sólo en su casa.

Aquello fue un gran impacto para mis ojos, tanto que esa curiosidad quedó sumamente impregnada en mi ser, tenía deseos de saber lo que pasaría entre esos dos niños, y no necesariamente porque tuviera un deseo de saciar un chisme; no, en verdad el ver ese acto tan misterioso y silencioso significaría algo importante para resolver lo que me estaba pasando últimamente.

Un caso extraño me sucedía, pues cada que era la hora del recreo y mis compañeros jugaban fútbol, yo los veía fijamente, prestando atención a sus cuerpos, a sus piernas, a sus rostros, en verdad podía pasarme todo el día contemplando a mis compañeros jugar.

No sabía qué pensar o qué hacer con esta extraña acción, traté de evadir ese misterioso interés que tenía por mirar a los hombres, pero no podía, me resultaba imposible dejar de verlos, ellos despertaban en mí un enorme gusto; incluso cuando iba de regreso a mi casa en el Metro, cuando se subían algunos de mis compañeros al mismo vagón que yo, no dejaba de observarlos, con sus camisas blancas, sus corbatas verdes, esas expresiones tan varoniles que tenían todos ellos.

Fue así que, espantado por el temor de este interés, cada día le rezaba (como era costumbre en mi familia) a Dios para que me guiara acerca de este nuevo sentimiento que tenía, le pedí que me mandara una señal para que me hiciera ver qué era lo que sentía por los otros niños, que me demostrara cuál era la causa y el efecto de esto. Le rezaba en todo momento, en la mañana, tarde y noche, pues mi madre siempre decía que si se demostraba fe y devoción a Dios, él hacía caso a las súplicas y velaba por nosotros, razón por la cual decidí aumentar mis rezos cada vez más; sin embargo, a pesar de mis súplicas, no obtuve ninguna respuesta de él, al contrario, esto que sentía aumentaba cada día, ya que ahora sentía una gran necesidad de tocar a mis compañeros, sentir su piel, su cuerpo, aunque fuera por un pequeño momento.

Pese a todo, no detenía mis súplicas a Dios, Cristo y a la Virgen María, les suplicaba que no tardaran en mandar una señal, les decía que uno de sus hijos estaba muy confundido y desesperado; en verdad ellos tres eran mis únicos confidentes acerca de esta situación, pues no se lo había confiado a mis amigos y mucho menos a mis padres, yo sabía que tarde o temprano Dios mandaría algún vaticinio. 

Días transcurrieron sin ningún evento que significara la respuesta de Dios, yo seguía creyendo en su ayuda. Un día que regresé muy cansado de la secundaria, decidí dormirme en cuanto llegué, en cuanto cerré los ojos me quedé profundamente dormido, no tenía ninguna preocupación sobre mi situación o sobre la escuela. En cuanto me quedé dormido, las primeras imágenes de mi sueño empezaron a cobrar forma, fue mi sorpresa encontrar a Cristo ahí conmigo, él estaba a mi lado, me estaba tomando de la mano y, por una extraña razón, los dos nos encontrábamos caminando por los andenes del Metro en la estación Morelos de la línea B. 

Jesús me llevaba lentamente hacia la última parte del andén, cuando llegamos hasta lo último, él se detuvo conmigo y simplemente Jesús miraba al frente, yo lo miraba con una gran alegría, pues en verdad era como un milagro que él estuviera frente a mí, tomándome de la mano. 

Cuando pensaba acerca de la felicidad que me daba el estar a lado de Cristo, llegó el Metro, se detuvo y justo enfrente de nosotros estaba el último vagón, cuando las puertas se abrieron Jesús me hizo dar un paso al frente y me soltó de la mano, lo cual me hizo pensar que él quería que yo entrara ahí, así que lo hice y de inmediato se cerraron las puertas, dejando a Jesús afuera y mirándome... Entonces se acabó mi sueño.

Cuando desperté sentí un gran alivio, como si mi duda acerca de lo que me estaba pasando se hubiera esclarecido, ese sueño realmente había sido la señal que por tantos días le había pedido a Dios, él había prestado atención a mis súplicas y ahora me daba la respuesta a mi duda, le agradecí que me hubiera demostrado que debía ir al último vagón del Metro para saber por qué sentía de pronto un gran interés por mirar y sentir a los otros niños.

Me decidí entonces llevar a cabo un plan, el de ir al último vagón, por lo que al día siguiente, cuando terminaron las clases, me dirigí al Metro y caminé hasta el último vagón del mismo, estaba ansioso por ver lo que pasaría en cuanto entrara al vagón, y justamente pensé esto cuando llegó el Metro a la estación. Cuando se abrieron las puertas y entré, de inmediato volteé a ver a la gente para encontrar mi respuesta, pero no vi más que puros hombres ahí, sólo alguna que otra mujer; como no vi nada, decidí ir a la puerta contraria para poder ver todo con comodidad, así el Metro cerró las puertas y avanzó.

El viaje continuó, las estaciones pasaban una tras otra, todavía no encontraba la respuesta que buscaba, estábamos llegando a la estación Morelos, en donde había estado en mi sueño con Jesús; las puertas se abrieron y comenzó a subir la gente, observé muy bien a las personas que estaban subiendo, seguían siendo hombres, y hasta el final de todos venían dos muchachos agarrados de las manos, ellos se detuvieron en medio del pasillo y ahí empezaron a hablar muy de cerca mientras seguían agarrados de las manos; no podía dejar de verlos, era algo muy sorprendente para mí, era extraño y a la vez me resultaba lindo verlos tan juntos.

El Metro empezó a avanzar una vez más, en poco tiempo llegamos a la estación San Lázaro, en donde se llenó por completo el vagón, todos íbamos apretados, lo que me impidió ver a los dos hombres que una estación antes se habían subido agarrados de las manos; empecé entonces a ver a los demás hombres que venían a mi lado, a todos ellos los notaba un poco diferentes a los que veía normalmente, esos peinados eran un tanto extraños, sin embargo, lo más increíble era que ellos también se estaban viendo los unos a los otros.

Entre que yo seguía observando a mi alrededor, me percaté que otros hombres que estaban enfrente de mí se estaban mirando seguidamente  y que uno de ellos le había sonreído y guiñado al otro, mientras que el otro simplemente lo miraba con una gran sonrisa. Ambos estaban haciendo esto durante todo el viaje, cuando llegamos a la estación Romero Rubio, los dos se bajaron al mismo tiempo y observé que se quedaron hablando justo enfrente de la puerta, por más que traté de oír lo que decían, no lo lograba, pues el ruido del exterior me lo impedía por completo; cuando por fin avanzó el vagón, alcancé a ver cómo los dos se agarraron de las manos y se fueron caminando.

Mientras continuábamos el trayecto rumbo a la estación Oceanía, empecé a pensar y a deducir por qué Jesús se había aparecido en mi sueño y me había indicado que tenía que ir al último vagón del Metro, porque ahí me daría cuenta que me gustan los hombres, que me gusta ver sus cuerpos, sus expresiones, que me encanta la idea de ver a dos hombres besándose y tomándose de las manos, y, lo más importante, que yo ahí encontraría a la persona que también hiciera eso conmigo para reafirmar este gusto mío, en verdad el milagro de Cristo me había esclarecido todo ahora.

Cuando llegamos a la estación Ocenía y nuevas personas subieron al vagón, noté que un tipo de unos 25 años, en cuanto se subió, me miró de los pies a la cabeza, yo lo miraba también y de pronto él me sonrió, cuando lo hizo no sabía qué hacer, me sentía muy nervioso por la forma en que tenía que responderle a esa sonrisa, pensé que si este tipo era esa persona en que había pensado anteriormente, era algo grande para mí, pero deduje que si Dios lo había confrontado conmigo era por algo, así que terminé por sonreírle también.

El Metro continuaba su camino, el tipo ese no me dejaba de mirar, yo a veces lo volteaba a ver y él otra vez me sonreía y hasta me guiñaba, yo simplemente respondía con otra sonrisa, pues no me atrevía a guiñarle, no sabía cómo hacerlo con carisma, en verdad estaba muy nervioso por este primer encuentro. De pronto ya estábamos en la estación Deportivo Oceanía, una estación antes de donde yo me bajo, deduje que el tipo se bajaría conmigo en la siguiente parada tal y como había sucedido con los dos hombres que se bajaron en Romero Rubio; esta idea me ponía nervioso y empecé a temblar un poco, no sabía qué me diría él y qué le respondería yo, pero la idea de encontrar a un hombre especial, que me hiciera ver que me quería, sobrepasaba ese miedo. Cuando llegamos a la siguiente estación, Bosque de Aragón, me bajé del vagón y noté que él también lo había hecho.

En cuanto salí comencé a caminar y de inmediato el otro hombre también lo hizo hasta que llegó a mi lado, ahí me preguntó:

-¿Cómo te llamas?

-Gabriel-Le respondí muy tímido.

-¿A dónde vas Gabriel?-Preguntó con mayor interés.

-A mi casa.

-Vaya, muy bien; oye, ¿y estarás solo?-Me sonrió.

Cuando me preguntó eso no sabía por qué lo había hecho, no sabía en que consistía en que yo estuviera solo o no en casa, sin reflexionarlo más, le respondí:

-Sí, estaré solo.

-Qué bien, ¿no te gustaría invitarme?-Volvió a sonreír, esta vez demostrando más felicidad.

¿Invitarlo a casa, para qué?, ¿qué haríamos los dos ahí solos?, ¿acaso esto sería muy importante para tener a alguien a mi lado?; cuando le iba a preguntar para qué iríamos a mi casa, sonó su celular y me dijo que esperara un momento, él entonces se apartó un poco.

Se alejó y mis dudas crecían más, mi corazón no dejaba de latir y mi cuerpo temblaba frágilmente, sentí cómo una gota de sudor frío caía de mi cabeza, tenía mucho miedo de lo que pasaría, así que volteé a ver el techo del Metro y le pedí a Dios que me ayudara en este momento tan difícil; de pronto vi cómo se estaba distorsionando la forma del techo y a lo lejos una figura borrosa se asomó por ahí, la figura bajaba lentamente hacía mí, y en cuanto más se acercaba más tomaba forma. Finalmente se posó frente a mí y resultó ser la Virgen María, no podía creerlo, ¿acaso esto era otro sueño más?; de pronto ella hizo una señal de que guardara silencio y me dijo:


Niño mío, de nuestro señor
y de mi hijo devoto;
hoy por fin descubres
quién eres tú y qué es
lo que tu corazón
y tú sentir quieres.

Yo sé que sabes quién soy,
la Virgen María
madre de Cristo,
aquel que por todos
murió por nuestros pecados.

Sé quién eres tú,
Gabriel, fiel creyente
de Dios omnipotente.
Tú eres un muchacho listo
y muy honroso de todo.

Conozco tu caso,
gustoso eres de los hombres,
sé que sus cuerpos,
así como sus sentimientos,
a ti te han cautivado.

Eso es lo que sientes hijo mío,
y nosotros no te culpamos por esto;
es por eso que respondimos a tu rezo,
el cual demandaba una señal
para a tu duda aclarar.

Jesús piadoso
en sueños te guió
al último vagón
para que así supieras,
y también vieras,
que tú a los hombres
estás destinado a amar.

Mas no toda señal
tiene que ser tomada
ni llevada como tal.

Este hombre de enfrente
lo único que quiere es dañarte
y no quererte realmente.
Tú no eres como él Gabriel,
por eso ahora debes alejarte.

El sueño que tuviste sólo te llevó
a ver lo que eres y sientes en verdad;
pero no fuerces al destino,
Dios sabrá en qué momento
un amor llegará a tu corazón.

Así habló María y de pronto desapareció de enfrente, entonces el hombre terminó de hablar por teléfono, regresó a mí, me volvió a preguntar que si lo invitaba a mi casa, y yo ya había tomado mi decisión, la cual era seguir amando a Dios.



Estación del Metro Morelos/Ciudad de México

jueves, 10 de enero de 2013

Y como la Luna vio que esta historia era muy esplendorosa, mandó que yo escribiera en este su libro unos versos que dicen así:


Hombres que se creen fuertes
y a los sentimientos someten,
ignorando ellos que bien luego
insultan algo que también sienten.

Llevo apenas un cuarteto
y me veo obligado a justificar
que sé que muchos esto criticarán,
pero es mi necesidad la vida reflejar.

Y es que ellos piensan que nacieron
perfectos, sublimes, de sentimiento idóneo;
mas en esta poesía yo pretendo
demostrar que cuerdos no son ellos.

No hombres, no crean que están en el cielo
al enamorarse de una mujer y creer eso perfecto;
y no es que yo quiera menospreciar
al amor certero que ellas son capaces de dar.

No, que no se me malinterprete
lo que aquí trato de impregnar;
pues es, por el contrario, que un hombre,
por fuerza de la belleza masculina
intente entre iguales el camino del amor andar.

lunes, 7 de enero de 2013

Guarda silencio

Para y párate en la Ciudad


Guarda silencio

Esto que he de contar aconteció en una noche divina en la cual la Luna fijó su vista y luz en mi cuarto. Esta es mi historia, misma que, si no la contara yo, quedaría reprimida y encerrada en mi corazón y ausente de sentimiento e interpretación.

Habían sido ya varios días en los que lo veía entrar a la casa de mi primo, él era su amigo, uno de sus mejores amigos, se llamaba Moisés. Mi primo vivía arriba de donde yo vivo, razón por la cual podía ver quiénes venían a visitarlo en el momento en que él les abría la puerta.

Moisés y los demás amigos de mi primo venían cada fin de semana para jugar videojuegos o para ver películas; cada que ellos se reunían yo me la pasaba haciendo tarea, realmente yo casi nunca salía con amigos, siempre mi rutina era quedarme en casa a leer o hacer alguna actividad de la escuela. Algunas veces subía a casa de mi primo para ver al gato que tienen como mascota, pero siempre trataba de hacer esto cuando no estaban sus amigos, pues, por alguna extraña razón, me daba pena verlos.

Así, mientras ellos venían cada fin de semana, yo seguía entretenido en mis lecturas, pero un día, en el que no me dí cuenta de que los amigos de mi primo habían llegado, decidí subir para ver al gato, y fue mi sorpresa encontrarme con todos ellos; al verlos mi corazón empezó a palpitar rápidamente y me puse muy nervioso, ellos me saludaron y yo lo hice de igual forma, pero me pasé rápido al cuarto en donde estaba el gato para que no iniciara una conversación entre ellos y yo.

Días después a esto, yo me encontraba muy nervioso por un concurso de escritura en el cual iba a participar, así que mi mente estaba totalmente centrada en cuáles serían los poemas que mandaría, cómo los ordenaría y cuál sería el formato que les daría; todo esto lo compartía a través de mis redes sociales, en donde, por una extraña razón, tenía agregado a Moisés.

Cuando dejé de sentir este estrés por haber empezado a realizar mi trabajo para el concurso, decidí subir a ver al gato de mi primo para distraerme un poco; sin embargo, una vez más, al llegar, fue mi sorpresa ver a Moisés sentado en la mesa de la entrada, no me había percatado de que había llegado. Me puse un poco nervioso al verlo, pero él me saludó y yo respondí a su saludo, caminé rápido para no verlo más, pero de pronto, al momento de pasar a su lado, él me dijo:

-¿Cómo vas con tus escritos Ernesto?-Me preguntó interesado Moisés.

Cuando él me preguntó esto, quedé totalmente sorprendido, no sabía qué decir, habían sido pocas personas las que me preguntaban cómo iba mi proyecto, y jamás hubiera pensado que él me preguntara algo tan importante como eso, traté de salir de mi pasmo mental y le respondí:

-Muy bien, ya casi termino de editar todos los poemas, sólo falta darles un formato para que queden mejor-Contesté emocionado pero todavía nervioso.

-Me alegro, la verdad es que sí he seguido lo que publicas al respecto, me agrada mucho que intentes esas cosas-Me dijo sonriéndome.

-Muchas gracias por preguntarme, seguiré publicando cosas al respecto-Le dije igualmente sonriendo, aunque torpemente corté la conversación con él.

Después de esto fui a ver al gato de mi primo, cerré la puerta del cuarto y me quedé suspendido al no saber qué pensar sobre la pequeña conversación que había tenido, me sentía torpe por haber cortado tan rápido la plática con Moisés, él jamás me hablaba y ahora que lo había hecho por algo tan importante para mí como lo son mis escritos, lo había interrumpido por mis nervios, ¿qué había hecho?; después de pensar una y otra vez este error, decidí no frustrarme más.

Conforme pasaba el tiempo, Moisés comentaba por internet los estados que publicaba sobre mis escritos, siempre me ponía buenos deseos al respecto y decía que confiaba en que haría un buen trabajo, aspecto que me ponía muy feliz al leer de su parte. 

Otro día, en el cual estaba muy apresurado para ir a la escuela y necesitaba imprimir una pequeña tarea que me habían dejado para ese día, decidí subir a la casa de mi primo para que me hiciera el favor de imprimir, pues yo no tenía impresora en mi casa; al llegar vi que no estaba mi primo, sino que estaba Moisés, quien estaba esperando en la mesa a mi primo que había salido a la tienda. Cuando vi a Moisés lo saludé al mismo tiempo que sonreí, él hizo lo mismo, le comenté que iba a tomar la computadora para imprimir algo y él me dijo que estaba bien.

Cuando tomé la máquina, abrí mi correo para poder imprimir mi tarea, pero cuando intenté imprimir, no podía ajustar el diseño de la página para que quedara como yo quería, así que no tuve otra opción que preguntarle a Moisés si él sabía cómo ajustar el archivo. Él de inmediato se levantó a ayudarme y entonces se acercó a mí, vio bien lo que quería imprimir y le expliqué cómo quería ajustar el archivo, él dijo que no era tan difícil y entonces, sin dudarlo, encimó su mano sobre la mía en el mouse, entonces comenzó a mover el cursor para que yo pudiera ver bien cómo imprimía mi archivo; mientras seguía haciendo esto, él acercaba su cabeza a mi hombro y yo, evidentemente, quedé perplejo ante lo que hacía, no sabía qué hacer o qué decirle. Finalmente terminó de mover las opciones y logró así imprimir mi tarea justo en el formato que yo quería.

Cuando terminó de imprimirse mi tarea, él levantó su mano de la mía y me dijo que ya estaba, yo le agradecí mucho que me ayudara; sin embargo, mis sumos nervios por lo que había pasado antes no me permitieron continuar ahí con él o decirle algo más, así que me salí rápido de la casa de mi primo.

Durante los siguientes días me encontraba muy desencajado por lo que había sucedido con Moisés, había sido algo totalmente extraño para mí, jamás lo hubiera pensado, ese acercamiento con él fue inesperado, no sabía si yo me estaba tomando las cosas muy en serio, o en verdad era algo anormal que un chico al cual nunca le había hablado, de pronto tuviera mucho contacto conmigo. Llegué entonces a la conclusión que debía averiguar lo que estaba pasando, tal vez simplemente él quería ser mi amigo y no sabía cómo acercarse a mí.

Fue entonces que llegó otro fin de semana, los amigos de mi primo ya habían llegado, mis padres me habían encargado subir a tender la ropa, así que no tuve otra opción que hacerlo. Subí a la azotea, la cual estaba justo arriba de la casa de mi primo, ahí empecé a tender la ropa, cuando de pronto vi cómo Moisés había subido para hablar por teléfono, yo traté de oír su conversación pero no podía, había sido un error poner mi celular con música.

Cuando Moisés terminó de hablar, me volteó a ver y de inmediato se acercó a mí.

-¿Cómo van los escritos?-Preguntó sonriéndome.

-Falta muy poco para que esté todo listo, ahora tan sólo debo de hacer la edición-Le contesté feliz, sin dejar de tender la ropa.

De pronto Moisés se colgó de los tendederos y me veía fijamente, yo trataba de no mirarlo, así que proseguí la conversación.

-Hoy llegaste más temprano que los otros días.

-Sí, es que hoy haremos una pequeña reunión entre amigos y nos quedaremos a dormir aquí, ¿no quieres estar con nosotros?-Preguntó con cierto interés.

-No gracias, en verdad que me gustaría, pero sucede que hoy mis papás saldrán en la noche de viaje y tendré que quedarme solo en la casa.

-¿En serio?, qué mala suerte, pero bueno, de cualquier forma puedes subir aunque sea un ratito, te estaremos esperando-Se descolgó de los tendederos y bajó a la casa de mi primo.

Cuando se alejó por completo, dejé de tender por un momento y pensé las palabras que había dicho Moisés, estaba confundido, no sabía qué hacer, si subir con ellos o no, realmente sólo lo haría para estar con Moisés. Estuve pensando esto en todo el transcurso del día, hasta que en la noche decidí mejor no subir con ellos, puesto que sabía que me pondría muy nervioso frente a todos los amigos de mi primo, más estando Moisés ahí, por lo que mejor me quedé en mi cama, allí escuchaba las voces de los amigos de mi primo, escuchaba cómo se reían y también alcanzaba a oír un poco de su música, entonces volvió a mí la propuesta de Moisés, por lo que me pregunté: ¿debería subir a la casa de mi primo para verlo y estar ahí con ellos un rato?. Todo en mi cabeza daba vueltas, no dejaba de pensar en Moisés, su físico, sus ojos, su peinado, su sonrisa, sus preguntas respecto a mis poemas, sus atenciones conmigo, él estaba en mi espejo mental, todos los minutos que pasaban llevaban su nombre, estaba a punto de levantarme para ir a la casa de mi primo, cuando de pronto, alguien tocó a la puerta de mi casa.

Al principio me espanté, ¿quién podría tocar a la puerta a estas horas?... Quién podría ser si no Moisés, al pensar esto el corazón me latió y de inmediato me levanté de la cama para ver si era Moisés quien estaba ahí, pero antes de ir a la puerta decidí asomarme por la ventana del baño, ahí fue mi sorpresa encontrarlo a él parado frente a la puerta de mi casa esperando a que le abriera, cuando lo vi bajé rápidamente a la puerta, entonces abrí.

-Espero no haberte despertado-Me dijo Moisés en cuanto abrí.

-No, no, yo sólo estaba recostado en la cama, ¿te sucede algo?

-No, sólo venía a visitarte un rato, es que ya me cansé de estar allá arriba-Respondió.

-Entonces pasa, vamos a la sala-Le contesté y lo dejé pasar.

Moisés y yo fuimos a la sala, ahí nos sentamos en los sillones, estábamos frente a frente, él no me quitaba su mirada.

-¿Te puedo contar algo Ernesto?-Preguntó con un tono de voz muy diferente al que le había escuchado días antes.

-Claro, lo que tú quieras Moisés-Respondí seguro.

-En la mañana que subí a hablar por teléfono estaba discutiendo con mi novia, ella y yo hemos tenido muchos pleitos, la verdad es que creo que esto terminará en cualquier momento, ya no soy feliz a su lado-Dijo Moisés triste.

-Vaya, lamento mucho eso, la verdad es que no soy muy bueno aconsejando, pero sólo te digo que elijas lo mejor para ti.

Al escuchar esto, Moisés me sonrió, agradeció mis palabras y cerró los ojos, entonces me pidió un vaso con agua, yo de inmediato fui a servirle lo que me pidió; entonces regresé con él, me agaché un poco para entregarle el vaso, por lo que acerqué mi cara a la suya, cuando hice esto, él me dio un beso cálido y profundo. Cuando lo estaba besando, yo no podía creer lo que estaba pasando, pensé en alejarme, pero no lo hice, aquello era algo que había deseado en tanto tiempo, ¿por qué estropearía este momento mágico por mi inseguridad?

Moisés entonces me sentó en sus piernas y comenzó a desabrocharme la camisa, yo hice lo mismo con él y mientras hacíamos esto, escuchamos que los amigos de mi primo decían.

-¿En dónde está el pendejo de Moisés?

-Déjalo, ha de estar hablando con su novia.

-Sí, yo lo vi bajando hablando por teléfono.

Cuando terminaron de decir esto, nosotros sonreímos y no dejábamos de mirarnos.

-Guarda silencio-Finalmente me indicó él...