En las noches balbuceo en tus miembros
por la inagotable sal
que acicala mi boca con
agrios
lengüetazos de coral.
He relamido con mi carne
escarlata
el duro y rugoso arrecife
que deszafré,
cuyo sabor corroe la
plata
de mi paladar aburrido de
azufre.
Perdido en la selva de
acuático concreto
una ronca voz me guía al
tierno pólipo.
Suave y sólido me sumerjo
ya presto
para conocerte mejor que
el tiempo.
Convocado por tu canto
me pones frente al
sensible cíclope
que expande su carne
intacta del pacto
y me vuelve parte de su
negada estirpe.