domingo, 10 de marzo de 2013

El Caballero de los Ojos Malditos (leyenda más que extraordinaria)

Sucedió, para esta leyenda que he de contar, en un día en el que el rayo puro y luminoso de la Luna iluminó en la profunda noche a una de las avenidas más importantes de México, de nombre Reforma y de fama inigualable. 

Era esta avenida concurrida por mucha gente, que si bien escuché a veces el aullar de un Lobo Cuentista en esas noches no fue pura casualidad; pues, por otro lado, también había visto la mirada de unos ojos que guardaban dentro de sí el dolor de la muerte.

En cada despedida del Sol, cuando en la avenida no había tanta gente, cuando las banquetas las numerosas pisadas se dejaban de sentir, por entre las calles, entre los edificios y sus lámparas, se escuchaba un galopeo que iba de aquí para allá sin cesar. Los pocos que también escuchaban esto pensaban que ese sonido era producto de las copas que ya surtían efecto en sus cuerpos, mas el constante galopeo que se escuchaba por las noches hizo que la gente realmente se preocupara y se interesaba por salir a ver qué era lo que provocaba tal sonido.

Muchos fueron los curiosos que buscaban encontrar la fuente de ese ruido misterioso, por momento los que iban a investigar sobre este anormal suceso decían que al caminar más, aumentaba el sonido del galope, que a veces también se convertía en trote; sin embargo, por más que buscaron al que provocaba tal galopear, nunca lo encontraron.

Los rumores seguían y eso provocó investigaciones de parte de las autoridades durante el día, sin embargo, el sonido sólo se escuchaba cuando la doncella siempre fija en el cielo se soltaba el cabello oscuro.

Y fuese la necesidad del hombre la que no le permite dejar a los sucesos ser sin razón de ser, lo cual le motiva a tratar de capturarlos para así enfrascarlos en su cotidianidad, la razón por la cual llevó a las personas a ambicionarse por descubrir qué era ese sonido y quién lo provocaba.

Así fue que los humanos se volvieron a arriesgar para descubrir el secreto del fenómeno, hombres necios que acusaban de peligroso y maldito tal sonido, que patrullaban toda Reforma con el argumento de "atrapar al loco que se la pasa espantado a media Ciudad con esas grabaciones de un galopar". De modo que mucha gente: policías, dueños de hoteles y tiendas, curiosos fanáticos del temor, y demás; por entre calles, en una noche, y con lámparas, caminaban para atrapar al loco ese.

Mientras ellos caminaban, el sonido a cada minuto se convertía en fuerza de ola al caer, todo esto mientras los necios no cesaban su caza, la noche ya a sus víctimas contemplaba caminar por la avenida y entre las calles, algunos hasta en carros iban para así trasladarse más rápido de un lugar a otro; fue cuando entonces un grito fuerte y espantoso se escuchó de entre una de las calles, fue un grito similar a esos en los cuales el diablo aparece frente a alguien.

Inmediatamente las personas se dirigieron a ese lugar del cual había venido tal grito monstruoso, y fue su sorpresa encontrar a un hombre, de edad ni avanzada ni joven, de buen vestir, de físico delgado y su rostro muy atractivo, tirado en el suelo, inconsciente, y con una señal que fue tomada por la gente como un presagio maldito, pues el hombre tenía los ojos abiertos y totalmente en blanco, el hombre sólo repetía la palabra "malditos", "malditos", "malditos" una y otra vez con tono de temor.

La gente empezó a temblar y a llorar, pues, aunque no había sangre, el sólo hecho de ver el rostro y los ojos del sujeto eran motivo de terror, lo cual provocó que la gente quisiera irse de inmediato de ahí, por lo que así fue, muchos se fueron del lugar y las autoridades declararon al día siguiente que Reforma permanecería cerrada por las noches hasta encontrar al culpable de tal accidente.

Mientras tanto, el hombre que vivió tal tormento no despertaba ni tampoco sus ojos cambiaban, él estaba internado en el hospital y continuaba diciendo la palabra "maldito, maldito, maldito" una y otra vez sin detenerse, razón por la cual no pudo rendir cuentas a nadie sobre lo que había visto la noche anterior.

Como se había dicho, Reforma permaneció cerrada para todos excepto para los policías, quienes trataban de encontrar al sospechoso. La noche entonces se hizo presente y una vez más el sonido se escuchó por toda la avenida y sus calles, los policías rápido comenzaron a patrullar todo el lugar, pero nada encontraban; al contrario, el sonido era aún más fuerte, el caminar del caballo era tenebroso, lento y continuo, y algo todavía más alarmante era que ahora se escuchaba una armadura moverse al tiempo que el caballo caminaba. Todos los oficiales estaban ya con miedo por tal ruido, también estaban desesperados por no encontrar nada, fue entonces cuando se escuchó otro grito, esta vez, enfrente de la plaza Reforma 2-22.

Todos se dirigieron hacia allá y al llegar encontraron a un joven, de aspecto carismático, cuerpo delgado, de piel blanca y en suma atractivo, tirado en el suelo, con los ojos totalmente en blanco, quien decía una y otra vez: "ojos, malditos, ojos, malditos".

Los policías sintieron el temor del misterio en sus cuerpos, eran mármol frío, estaban petrificados ante lo que veían, no lo podían creer, todos querían irse pero no les fue posible: tenían un criminal al cual capturar.

Al otro día el ejército anunció su presencia en el caso, alegaban que si era necesario usarían las armas con tal de capturar al maleante que había dejado inconscientes a dos personas, como si eso fuese motivo para estar donde no los necesitan.

Conforme pasaba el tiempo Reforma ya no volvió a ser tan frecuentada, ni durante el día la gente iba, todos tenían miedo de ser agredidos, algunos otros decían que ese lugar ya estaba maldito y que el diablo vivía ahí. 

En fin, que llegó otra vez la noche y entonces comenzó la cacería, grandes carros verdes andaban por todos los lugares, pero fue un percance el que el motor y las llantas de dichos vehículos no dejaran escuchar sonido alguno, por lo que los militares decidieron andar a pie.

Los militares entraban a los edificios, iban a todos los pisos, andaban por los parques, por las calles, por las azoteas, pero nada encontraban. El sonido se intensificaba y querían encontrar el lugar de donde se producía, pero ahora en todo espacio se escuchaba con la misma intensidad, lo cual les impidió saber el origen.

Entonces un soldado, de nombre Antonio, de entre ellos el mejor parecido, caminaba por entre Viena e Insurgentes cuando entonces escuchó que el sonido del caballo se estaba acercando a él, por lo que avisó a sus compañeros con gritos, pero nadie respondía a su llamado. Al ver que nadie respondía, decidió caminar lentamente tomando su arma y volteando a todos lados, pero no encontraba a nadie, por el contrario, su cuerpo temblaba y sentía un gran frío; fue entonces cuando sintió una cortina de humo caer en ese lugar, lo cual impidió que pudiera ver algo.

Antonio vio que entre sus pies una neblina pasaba abrazando su cuerpo temeroso, entonces, cuando alzó la mirada vio que la neblina comenzaba a tomar forma, se estaba transformando en un caballero que estaba montado en un caballo, el caballero portaba una espada y un escudo.

Finalmente terminó la transformación, en efecto, era un caballero, su armadura era de un color plateado muy brillante, que si fuera el caballero que dio fin a la aventura del de la Mancha, bien pudiera ser reconocido; pero no, éste tenía un porte aún más elegante y misterioso, su caballo era de color totalmente negro y con los ojos rojos.

-¿Quién eres?-Preguntó Antonio con mucho temor.

-Nombre buscan los humanos, todos sus pensamientos desean definir; mas no, yo no tengo nombre, pero sí fama de caballero-Respondió el caballero con voz grave.

-Deja de decir tonterías, dime, ¿cómo es que te llamas?-Con mayor temor le ordenó el soldado.

-Soy el Caballero de los Ojos Malditos-Respondió seriamente el jinete.

-Claro...-Con voz infame dijo el soldado-bueno, déjate de tonterías, llamaré a mis compañeros, y no te muevas o disparo-Dijo Antonio mientras apuntaba con su arma al Caballero de los Ojos Malditos.

-¿Dispararme?, eso ya me han hecho antes, ¿por qué no primero deseas verme?-El Caballero comenzó a quitarse el yelmo.

-¡Dije que no te movieras!-Gritó Antonio, pero el Caballero seguía quitándose el yelmo lentamente-¡Ya no te muevas!-Volvió a gritar, pero esta vez Antonio disparó al hombre, sin embargo, la bala revotó en la armadura y cayó al suelo.

Al momento que el Caballero se despojó del yelmo, se pudo ver una mirada sumamente fuerte, penetrante, fija y de una profundidad que ningún otro hombre pudiera imaginar, era tenebrosa, hipnotizante, esos ojos de color indescriptible, simplemente hijos del fuego y de su endemoniada locura.

-El Caballero de los Ojos Malditos-Dijo Antonio lentamente mientras se acercaba al Caballero.

El Caballero ya lo esperaba con los ojos puestos sobre la mirada de Antonio, entonces, sin moverse, esperó a que el soldado estuviera justo enfrente de él, cuando así fue, el Caballero alzó su espada al cielo que estaba cubierto por la neblina de su poder, así como del semblante de la noche; al hacer esto, la luz de la Luna atravesó el material puro del que estaba hecho su espada, y al hacer esto, por medio de una luz potente, atravesó la mirada de Antonio, dejando sus ojos totalmente en blanco; entonces el Caballero atacó al soldado sacando sangre de su cuerpo y dejando al chico tirado en el suelo.

El Caballero de los Ojos Malditos se fue y dejó a Antonio tendido en el suelo, el soldado sólo decía una y otra vez "Caballero de los Ojos Malditos, Caballero de los Ojos Malditos, Caballero de los Ojos Malditos"...

Tiempo después los demás soldados encontraron a su compañero en ese estado, todos estaban asustados, por lo que lo llevaron de inmediato al hospital. Las víctimas nunca volvieron a despertar, sólo se podía escuchar cómo uno decía "malditos", otro "ojos malditos" y un último "Caballero de los Ojos Malditos".

Tras el fracaso de poder capturar a tal personaje, las autoridades se rindieron y noche a noche se seguía escuchando ese sonido del caballo galopeando mientras la armadura de un jinete se escuchaba, ante esto, la gente prefería subirle a la música, distraerse o escuchar el ruido de los autos al pasar, evitando salir y oír la espantosa señal de la presencia del Caballero de los Ojos Malditos....







Años posteriores un hombre anónimo reveló a las autoridades que un joven de 19 años había sido abandonado por su pareja en Reforma, lo que llevó a este muchacho, de mirada fuerte y fría a sacarse los ojos en una noche en la que la Luna brillaba de un rojo intenso e iluminaba su cuerpo en la oscuridad de su sangre, el hombre confesó que dicho muchacho era un fanático de los libros de caballerías...


Avenida Reforma/Ciudad de México


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