sábado, 29 de junio de 2013

Por ti cruz


¿Quién oyó?
¿Quién oyó?
¿Quién ha visto lo que yo?
 
Cruz, cruz, tú Cruz,
en mi ser estás,
muy adentro, es tu luz
es tu luz que me incendia.
 
Oh cruz, cruz
al tenerte cerca del cuerpo
siento fuentes de pasión,
siento excitante mi corazón.
 
 Cristo, el amor a mí llegó,
enséñale el camino a mi interior;
camina como en tu crucifixión
y enséñale esta mi cruz.
 
Él es, sí, sí, él es,
viaje al fondo del paraíso,
él logra hacerme ser.
Amor, sí, sí, es amor,
uno, uno, un mismo género.

 Cristo, el amor a mí llegó,
enséñale el camino a mi interior;
camina como en tu crucifixión
y enséñale esta mi cruz.
 
¿Quién oyó?
¿Quién oyó?
¿Quién ha visto lo que yo?
 Él vio, sintió y amó. 
 
 
 
 Símbolo de la religión cristiana

martes, 25 de junio de 2013

La unidad de todos

Amateratsu ven a nosotros,
enséñanos a cultivar el arroz,
manda a tu nieto Ninigi,
porque yo siempre creeré en ti.

Zoroastro enséñanos la bondad,
guíanos por la luz con Ahura Mazda;
queremos al buen camino ir,
porque creemos en ti.
  
La unidad es Dios,
alcancemos la unidad todos;
Bahaullah está con nosotros,
él entonará nuestros cantos.

Lao-Tsé refleja mi vida,

los reinos también son mi responsabilidad,
el chi estará así en mí,
porque yo creo así.

Confucio sabe el sí y el no,
yo no me rindo ante lo malo y lo bueno,
y respeto al yang y al yin,
porque yo creo así.

La unidad es Dios,
alcancemos la unidad todos;
Bahaullah está con nosotros,
él entonará nuestros cantos.


Gurú Nanak quiero ver a Dios como tú,
sigo tus lecciones, defiendo nuestra religión,
porto las cinco K con decisión,
porque yo creo en nuestra veneración.

Mahoma, profeta de todos,
a la Meca tú y yo caminaremos;
vamos a ver a Alá,
porque yo creo en lo que somos.

La unidad es Dios,
alcancemos la unidad todos;
Bahaullah está con nosotros,
él entonará nuestros cantos.

Jesucristo, comeré tu cuerpo en ostia,
rezaré cada momento por nuestra existencia,
hijo bendito de la Virgen María,
yo los amo a ustedes por decisión mía.

Misericordioso Buda, sigo tus nobles verdades,
por el camino cuerdo, sin compañía de pasiones;
en tus experiencias creo, hermosas lecciones,
llegaré al Nirvana, contigo en meditaciones.

La unidad es Dios,
alcancemos la unidad todos;
Bahaullah está con nosotros,
él entonará nuestros cantos.

Abraham yo te alabo y a Moisés salvador,
por ustedes iré a la sinagoga para orar con fervor
; 
 seguiré la Torá con tanto amor,
porque con ustedes mi vida es mejor.

El señor Brahma nos creó,
el señor Visnú nos da salvación,
y el señor Siva siempre es justo;
yo pido por un mundo menos violento.

La unidad es Dios,
alcancemos la unidad todos;
Bahaullah está con nosotros,
y él entonará nuestros cantos.




Símbolo de la religión bahaísta


domingo, 23 de junio de 2013

Apolo arrinconado en estandarte...

Apolo arrinconado en estandarte,
puesto a lado de bellas franjas;
ellas de color que es sólo purezas,
y de mar su tono hermoso celeste.

Tú, gran hijo del Sol,
si no eres Faetonte,
sí rey para reinventarte,
tal cual rayo veloz del baile.

Aunque en pequeño territorio tú habitas;
por el contrario gran corazón palpita,
y ese es el tuyo, dotado de sangre grata.

Explosión de imagen, tuyos retratos,
que aunque se enfrenten al tiempo,
no se olvidará único tuyo talento.

martes, 11 de junio de 2013

Otra invención

Otra invención

Tarde lluviosa, en extremo lluviosa; yo, que recién salía de la escuela, de esa vil escuela que tanto repudiaba y detestaba, caminaba por sobre la calle, casi a punto de llegar a la avenida para entonces cruzarla. Sí, esa tarde lluviosa, esas nubes tan grises como mi espíritu, esos relámpagos que a veces sonaban, esas gotas que caían como tempestad en mí, un pequeño de apenas sexto de primaria.

    Mi camino iba tan normal, normal en cuanto al sentido de no sentir nada nuevo, nada que me pudiera apartar de todos esos problemas que en mi ser se encontraban. Así entonces llegué al parque que está justo enfrente de la avenida, yo caminaba lentamente porque verdaderamente no me molestaba la lluvia, pues ella, comparada con mi familia, era mejor compañera.

    En ese caminar pausado, mientras veía a la gente correr apresuradamente de la lluvia, yo, que ya estaba a punto de dar el siguiente paso, sentí como si algo que estaba en el piso pedía que lo observara, como si una voz en mi destino hubiera dicho “No, no hagas el siguiente paso”, y así lo hice, porque cuando bajé la mirada encontré algo, algo que mis ojos no podían evitar no mirar: un pájaro, un pequeño pájaro muy mal herido, tan herido, que hasta sangraba de su pequeño pecho y que, en medio de la lluvia, agonizaba a través de su pico. El pájaro transmitía un sonido tan doloroso, uno que nunca antes había oído, uno que avecinaba su muerte en medio de la lluvia, en medio de un dolor indescriptible.

    No pude evitarlo, aunque mis padres me esperaban en la casa, yo no podía dejar a ese pequeño pájaro que sangraba en medio de la lluvia y que agonizaba enormemente. Yo entonces tomé cuidadosamente al ave, junté mis manos y lo puse entre ellas; en seguida busqué una pequeña banca en donde pudiera sentarme. No muy lejos de ahí se encontraba una, ahí me senté, abrí mi chamarra y entonces metí lo más que pude mis manos por entre la abertura de mi prenda para así cubrir al pájaro de la lluvia.

    Ahí me encontraba yo, viendo cómo el ave seguía sangrando en mis manos, cómo seguía expresando su fuerte dolor; sin embargo, ahora en su pequeña cara había un gesto, una expresión tal vez imaginada por mí, y era que ese pequeña ave ahora parecía morir lentamente, pero no en medio de la inmensa lluvia, sino en las manos de alguien que la estaba protegiendo, parecía morir sin más tormento.

    Sin embargo, conforme pasaba el tiempo, el pájaro sangraba y agonizaba más, yo entonces no pude evitar verle y llorar junto con él, llorar y sentir el dolor que estaba sintiendo ese pequeño pájaro que moría lentamente en mis manos, que parecía haber recibido una herida muy grande en su pechito, en su pecho plumado que ahora se mojaba con la sangre que sacaba.

    En medio de la lluvia me encontraba ahí con el pájaro, yo no paraba de llorar, incluso mis lágrimas se combinaba con las incesantes gotas que caían sobre de mí; cuando de pronto, un señor, de aspecto algo lúgubre y que no parecía llevar prisa ante tal lluvia, se detuvo enfrente de mí y me dijo:

    - ¿Por qué lloras niño?

    - Porque este pájaro está a punto de morir – entonces le enseñé a mi pequeña ave que ya parecía acercase a la muerte.

    - ¿Y la cuidas del agua? – preguntó asombrado.

    - Yo encontré este pájaro herido en medio de la banqueta, toda la lluvia le estaba cayendo, y decidí que no era digno que muriera de esa forma – le comenté.

    - ¿Morir dignamente?... Es una idea linda – quedó pensativo el señor – Cuida a ese pequeño pájaro hasta su último momento – el señor me sonrió y posteriormente se fue.

    Y en efecto, en cuanto el señor volvió a tomar su camino y se alejó, mi pequeño pájaro hizo un sonido de gran dolor, y antes de morir por completo, él movió sus patitas, las movía de tal forma en que parecía que quería tocar mi dedo más cercano, como si quisiera agradecerme el que yo le hubiera ayudado a no morir en medio de esa lluvia que lo mataba rápidamente. Entonces él murió de inmediato dejando su piquito abierto por ese sonido de dolor que había hecho. Yo entonces lo miré por última vez, solté una gran lágrima que cayó sobre de él y de inmediato cerré su piquito y busqué algún lugar por entre el parque en donde pudiera enterrar a mi amigo. Así lo hice.

    Cuando terminé de enterrar a mi pájaro, la lluvia terminó y el cielo poco a poco empezó a tomar un color claro y puro, puro como el alma de mi ave. Entonces regresé a mi casa. Al llegar mi madre me regañó enormemente por haber llegado todo empapado, me dijo que por haber llegado así no me daría de comer y que me las arreglara yo solo; mi padre, a su vez, se levantó y me golpeó por verme en ese estado y por haber llegado tan tarde, él me dijo que la hora de la comida era asunto de Dios y que nadie debía faltar a su palabra.

    Yo entonces, sin prestar mayor atención a lo que me dijeron ellos, subí a mi cuarto y ahí me encerré. Entonces empecé a estornudar seguidamente, pero nada impidió que me fuera a recostar en mi cama. Ahí recordé a mi pajarito que había muerto en mis manos, entonces pensé:

     - Qué fortuna la tuya amigo de que has muerto, de que tu vida ha ido al cielo, a un mejor lugar en donde no tienes qué sufrir; yo, por el contrario, sigo aquí, bajo una familia que me golpea seguidamente, según ellos, por faltar a las leyes de Dios. Mi padre no hace otra cosa más que ver el fútbol y a veces trabajar, mi madre sólo ve telenovelas y no trabaja, y ninguno de ellos me pregunta cómo voy en la escuela. Sí… en esa escuela, en donde constantemente me molestan, me golpean y me insultan, porque me consideran raro porque no me gusta el fútbol y porque, según ellos dicen, soy gay.

    ʽʽ Y pues no se equivocan, la verdad es que en estos últimos días me he dado cuenta que mi mejor amigo, Mario, me agrada un poquito, y es que él es tan simpático, me hace reír todos los días y olvidar mi asquerosa realidad, él cuando me ve me abraza y me ha dicho muchas veces que me vaya a vivir con él y su familia, pero yo siempre le digo que mis padres jamás me dejarían; creo que cuando estoy a su lado el corazón me late y a veces, no miento, me dan ganas de tomar su mano.

    ʽʽ Pero no, nada de eso evita que me molesten en la escuela, que vaya mal en mis calificaciones, que mis padres me peguen a diario porque prefiero leer a seguir sus leyes religiosas. Siento tanto dolor en mi ser, tanto, tanto dolor, que ya no sé cómo salir de esto…

***

    Ha llegado el siguiente día, mi padre me ha dado tremenda golpiza en la mañana porque amanecí todo enfermo por la mojada que me di ayer; en fin, mi mamá me ha indicado que hoy iremos a la Catedral a que me vea el padre y diga a qué se debe mi rebeldía, así que ella me ha dicho que la espere en la estación “Guerrero” del Metro y que no le hable a nadie extraño.

    Así fue como lo hice, estaba en la estación que me indicó ella, yo me encontraba abajo del reloj, pero como mi mamá se estaba tardando mucho, decidí irme hasta la orilla del andén, por donde llega el primer vagón del Metro, para sentarme un rato. Cuando caminaba hacia allá, fue mi sorpresa encontrar al mismo señor que aquel día lluvioso se había parado frente a mí. En el momento en que me puse a su lado, él me dijo:

    - ¿Y el pajarito?

    - Ha muerto – contesté con tono triste.

    - ¿Y sí murió tranquilamente?

    - Sí, él ahora está en el cielo.

    - ¿En el cielo? – el señor sonrió de una forma un tanto extraña -, ¿crees en el cielo, niño?

    - Sí, el pájaro se encuentra ahí, con Dios – afirmé.

    - Ya veo… - el señor hizo una pausa -; ¿sabes?, yo ahorita iré al cielo… - finalmente dijo serio.

    - ¿Usted irá al cielo? – dije muy extrañado.

    - Sí, hoy lo decidí, partiré al cielo por siempre.

    - ¿Y por qué es que quiere ir al cielo? – volví a preguntar sorprendido.

     - Porque mi vida es una mierda – en seguida contestó.

     - ¿Cómo? – dije admirado.

    El señor sonrió levemente y entonces dijo:

    - No te espantes por la grosería niño, pero es que es así. Mi vida es una mierda… Mi esposa me engañó y me abandonó, mis hijos ya no se acuerdan de mí, ninguno me ha visitado por años, los he buscado y nunca quieren hablar conmigo, creo que dicen que les da pena ser hijos de un pobre maestro desempleado; todos se han ido, y no me queda nada en la vida.

    Cuando el señor terminó de decirme todo esto, yo tan sólo lo veía fijamente, creo que dentro de mí pude entender su dolor, pues, aunque su vida era totalmente diferente a la mía; por otro lado, ambos teníamos el mismo sentimiento de dolor.

     - ¿Por qué me ves así niño?, ¿acaso tú has sentido algo parecido a esto? – exclamó el señor admirado por mi mirada.

    - No lo sé – contesté.

    - Bueno, para eso está el cielo, para cuando quieras ir allá, como yo lo he decidido hoy. – dijo con una gran sonrisa en su rostro.

    Yo no entendía eso que me quería decir el señor, ¿ir al cielo cuando uno quisiera?, ¿cómo era eso posible?, no había otra forma de ir al cielo más que al morir, entonces, ¿cómo era que él iría justo ahora? Mientras me hacía estas preguntas, a lo lejos se sintió esa brisa de viento que se siente cuando el Metro va arribar con toda prisa a la estación, entonces el señor me volvió a sonreír enormemente y me dijo:

    - Me hubiera gustado haber sido ese pájaro para que yo muriera dignamente en tus manos. Nos vemos en el cielo.

    Mientras él me terminaba de decir esto, a lo lejos escuché la voz de mi mamá que me gritaba: “¡Jesús!, ¡no hables con ese señor!”; en cuanto mi mamá terminó de decir esto, el señor corrió rápidamente hacia las vías del Metro, entonces yo volteé para ver lo que haría. Cuando yo hice esto, el Metro anunció su llegada a la estación y en ese instante el señor chocó entre la ventana delantera del Metro y posteriormente cayó a las vías, mientras toda su sangre me salpicaba en la cara. Entonces el Metro se detuvo bruscamente.



    Toda la gente comenzó a gritar fuertemente, mi mamá formaba parte de esos que gritaban, ella se detuvo pasos atrás de mí y yo tan sólo, con cara totalmente de sorpresa, veía el cuerpo del señor hecho pedazos en las vías del Metro; mientras veía esto pensé: “Ahora sé otra forma para irme al cielo”.

"Llorar bajo la lluvia es llorar con el espíritu"

domingo, 2 de junio de 2013

En que habla de su poca fortuna en el amor, y no pretende con esto hacer llorar de compasión

Nunca yo gocé de fortuna en el amor,
pues Amor, dime tú sinceramente,
¿quién pudiera amar a un loco
que pretender ser ignorado escritor?

Ni mucho que tire el arco,
ni mucho que el disco yo lance;
pues si Apolo no está al alcance,
entonces Jacinto no verá el desenlace.

Y pues ni muchos que me ven,
pues al verme dice su pensamiento:
"¿qué tiene de especial uno que su canto
es puro verso y nada encanto?"

La razón tienen Amor,
pues hasta tú lo sabes;
o sino, respondedme sin pudor:
¿cuántos hay que me recuerdan sin dolor?

Y todavía siento que no lo sabes,
pues ¿te digo?, no mucho quiere
el que olvida sin vil recelo;
y luego pues soy todo olvido.

Ni con amor para unos,
ni con dolor para otros;
tan sólo nido pasajero,
y luego cada quien su vuelo.

Entonces yo luego los veo
volar con otros en su viento;
y mientras, yo sigo aquí,
no sé si con miedo al revoloteo.

Pero bueno enanillo encolerizado,
yo te digo, si yo subo a tu enojo
y caigo mil y más veces,
es algo en lo que ellos no podrían levantarse.

Yo todo soy infortunio, cierto,
pero dadme la razón Apolo,
que mientras más Faetón soy,
más en tu carro yo me convierto.

Y corazón, no te sientas mal,
yo no te hago de lado;
antes bien agradezco tu latido
nunca detenido por el desgarre sentimental.

Mejor yo te pido perdón,
corazón mío, con sollozos;
pues, ¿cuántas veces no te hice latir
por quien después te pudiera herir?

¡Oh, desfallezco en este mi perdón!;
yo no los odio Amor, nunca yo,
pues entendí que es mi suerte como canción,
que se repite cada que ya no tengo devoción

Porque cuando veo a los que quisieron,
compartir retratos con sus actuales amores,
no siento yo ni un poco de celos;
sino más bien es decir: ¿existe alguien para mí?

No lo sé, y sinceramente es otro plano;
antes yo hubiese sentido el corazón en vapor,
pero ahora me tengo sin dolor;
 y dime, ¿eso acaso no es retrato mejor?

Yo no seré de tener a alguien
a cada que acabo, otro nuevo;
y tampoco con el que dure bien,
ni meses, ni tanto año nuevo.

Y pues infortunios tengo Venus,
de lo que eres, siempre yo dolor;
pero en algo yo tengo más luz:
soporto la soledad a la que tantos tienen temor.