Messi mesías
El
Mundial de fútbol 2014 se acerca y Brasil se prepara para mostrar su mejor
imagen; Shakira canta, una vez más, el tema para el evento, sólo que, a pesar
de que la Copa del Mundo se llevará a cabo en un país de Latinoamérica, la
letra de la principal versión no está en español, y mucho menos en portugués,
sino en inglés (lo mismo sucede con las canciones de Pitbull y Ricky Martin). Sí,
parece que los latinos servimos para la fiesta, para el entretenimiento y la
inversión de empresas extranjeras; pero ¿para reflexionar, expresar la
disconformidad que hay, mostrar que un país es mucho más que un solo evento
deportivo? Sin duda, tales acontecimientos están constantemente en los países
latinoamericanos; pero hoy, más que en ninguno otro, se encuentran en Brasil.
Tal vez mi opinión sobre el Mundial y su
relación con México no sea la más acertada, acaso ni si quiera la más
profesional ni exacta, pues no profundizaré en asuntos económicos, ni
jurídicos, sino que me centraré en lo político, en lo social, en lo que he
observado en los últimos años, lo que ha llegado hasta mis ojos y hasta mi
memoria como para recordarlo y plasmarlo aquí, con la intención no de formular
un tratado, sino de escribir y, si es posible, eternizar lo que ha pasado a lo
largo de este tiempo y lo que sucede con respecto a México y la Copa del Mundo.
El 27 de mayo de este año se llevó a cabo,
nada menos que en el Palacio Nacional, la que fue, sin duda alguna, la
ceremonia más importante para la Selección mexicana: un abanderamiento que
simulaba la despedida del equipo de fútbol rumbo al Mundial. Aunque es noticia
vieja, parto de este momento para poder tratar de englobar todo lo que sucedió
en México antes del inicio de la Copa del Mundo. Como mencioné anteriormente,
en Brasil las protestas contra el Mundial han sido constantes, incluso se prevé
que el día de la inauguración continúen estas manifestaciones. En México, por
el contrario, la situación social y política estará nublada por el Mundial.
Nuestro país, sin ser cede del máximo evento futbolístico, se encuentra mucho
más emocionado por ver disputar al Tricolor contra Camerún, Croacia y Brasil.
La historia de la selección de Brasil como
cede de la Copa del Mundo es interesante, y muestra una de las pocas
expresiones de descontento. La FIFA seleccionó a Brasil en el 2007, desde ese
momento, con un largo y pesado transcurso, el panorama del país latinoamericano
nunca fue positivo. Se pronosticaban dificultades para la construcción de los
estadios para los partidos, existía la duda del nivel económico que podría
tener Brasil para albergar, en 2014, un evento tan magno como lo es la Copa del
Mundo; sin embargo, había algo que calmaba las dudas de los dueños de la FIFA:
Sudáfrica lo logró.
Cierto, Sudáfrica representó uno de los
mayores riesgos en cuanto sede del Mundial. Un país ubicado en el continente
más pobre del mundo, una nación que entra dentro del maleable estándar que
designa a los países “de tercer mundo”, “subdesarrollado o “en vías de
desarrollo”, consiguió ser elegido por los organizadores del gran evento
futbolístico, y aunque todo parecía ir en contra corriente para tener un
exitoso Mundial, éste se consiguió. Con un aceleradísimo incremento de mano de
obra y un apresurado intento por modernizar el nivel de vida, Sudáfrica mostró
al mundo, pero sobre todo a la FIFA, que para el fútbol no había un “pero”.
Antes de Sudáfrica, Uruguay, México y
Argentina ya habían sido sedes de la Copa del Mundo, incluso Brasil también, en
1950; pero, de aquellos años para acá, la rápida globalización ha estrechado
los caminos de los países de Latinoamérica, de África, y los de la mayoría de
Asia; razón por la cual, hoy, a pocos días de la inauguración de Brasil 2014,
este país se encuentra en uno de sus puntos más climáticos e inconformes. La FIFA pensó que, al igual que Sudáfrica, el
problema tan sólo sería económico, y que tendría solución al último momento,
pero no pensó que la gente de Brasil dijera “no al Mundial”.
La situación, la exigencia política y
turística ameritaba que la gente de Brasil se manifestara fuertemente contra la
insensible FIFA; ¿y en México, existe la mínima preocupación de los problemas
sociales y de los atrasos que está viviendo actualmente el país? Vuelvo al
magno evento que se tuvo en el Palacio Nacional.
Durante una larga ceremonia que trató de
responder a los discursos oficiales y a la seriedad con que se manejan las
reuniones presidenciales, el abanderamiento no fue más que una simulación de
heroicidad. La reunión tuvo la presencia de Enrique Peña Nieto, el Secretario
de Gobernación, Miguel Ángel Osorio Chong, el Secretario de Educación, Emilio
Chuayffet, el director técnico, Miguel Herrera, el capitán del equipo de
fútbol, Rafael Márquez, y, evidentemente, toda la Selección mexicana. El evento fue de por sí la representación del ensalzamiento
que tiene el fútbol en México. No es mentira que la religión, el fútbol y la
televisión son los principales distractores para el pueblo mexicano. En sí
ninguno de ellos es malo en su naturaleza; para principal interés, el fútbol
es, al fin y al cabo, un deporte muy estimado por México. Tener una pasión por
un deporte no representa un mal para un ser humano, menos para la sociedad; el
problema es cuando esta pasión es manipulada por las grandes industrias, sobre
todo televisivas, y convierten a sus amantes en fanáticos sin capacidad de
reflexión.
El fanatismo ciega e impide notar los
errores que están alrededor; el fútbol, en México, ha llegado a tales extremos.
La prueba está en que las grandes televisoras convirtieron a este deporte en el
tema predilecto de los hombres; los equipos nacionales son más que casas
futboleras, son la definición de un mexicano, son su sangre y su color. Es por
ello que despedir a la Selección, en el edificio más importante del país, representa
la enorme importancia que tiene el equipo nacional, así como el Mundial, para
México.
Nunca antes se había llevado a cabo un
abanderamiento para la partida del Mundial. Enrique Peña Nieto, el “salvador de
México”, según la revista Time, pareciera
tener la afición por darle prioridad a los eventos menos importantes y urgentes
para el país; así sucedió cuando, en los Pinos, recibió al reciente campeón de
la liga mexicana, es decir, al América. Casi paralelo a ese momento, las
manifestaciones de los maestros estaban teniendo fuerza en la capital mexicana.
Los miembros del CNTE tomaron la plancha del Zócalo para pedir dialogar con el
presidente y mejorar las condiciones de la educación; Peña Nieto, ante tal
exigencia de los maestros, tan sólo respondió, a la manera de Atenco, con la
fuerza policiaca para expulsar a los manifestantes del Zócalo días antes al 15
de septiembre.
Así fue como atendió a las demandas de los
docentes, y como también rindió homenaje al grupo representante de la máxima
televisora del país, es decir, Televisa. Ni los Pinos ni el Palacio Nacional
están abiertos para las quejas de la gente, ni si quiera para los famosos. El mejor ejemplo para esto último fue cuando Alfonso
Cuarón, el cineasta ganador del premio Oscar por “Gravity”, presentó 10
preguntas sobre la Reforma Energética, el mayor proyecto propuesto por el
gobierno del PRI. Sólo 10 preguntas, como en los exámenes, fueron suficientes
para mover a todo el equipo del gobierno para dar respuestas ante lo que
planteaba Cuarón. El hecho es ya de por sí vergonzoso: en México se necesita
ser famoso, tener una posición alta y ganar un Oscar para acaparar la atención
del gobierno; esto lo digo porque las múltiples marchas en contra de la Reforma
Energética nunca tuvieron respuesta por parte del equipo de Peña Nieto.
Así pues, regresando al punto de las
preguntas de Cuarón, y de las respuestas del gabinete presidencial, el
conflicto tuvo secuela cuando el cineasta propuso debatir, públicamente, el
asunto de la Reforma Energética. Inmediatamente, Luis Videgaray, Secretario de
Hacienda, respondió que la Reforma ya se había discutido en el momento y en el
espacio correcto, y por ello había sido aprobada en lo general. Lo anterior ha
tenido su mayor expresión cuando se dieron a conocer las fechas para la discusión
sobre la misma Reforma Energética, estas fechas, causalmente, coinciden con el inicio
del Mundial y con los tres partidos que disputará México contra Camerún, Brasil
y Croacia. El mismo Videragay, en una entrevista con Carmen Aristegui, afirmó
que el empalme de fechas no afectaría, para nada, la discusión sobre la
Reforma; y que, por el contrario, la gente debía elegir entre ver la Copa del
Mundo o informarse sobre lo que sucedería en cuanto a la discusión energética.
Días después a esta entrevista, salió la noticia de que en el Senado se tendría
un descanso para ver los partidos de México; por si fuera poco, el Gobierno del
Distrito Federal, encabezado por Miguel Ángel Mancera, anunció que se pondría
una mega pantalla en la plancha del Zócalo para que se pudieran ver los
partidos de México. Esto, sin lugar a dudas, mantendrá a la gente centrada en
el Mundial, y hará que se tenga menor interés por la discusión de la Reforma
Energética.
A propósito de esta Reforma, hace muy pocos
días, el ex presidente de Brasil, Lula de Silva, dijo que la Reforma Energética
de México no era ninguna hazaña, y agregó: “Todo es peor (en México)
que en Brasil. No hay ningún indicador comparable a los
nuestros”. Peña Nieto, en su reciente visita a España, respondió a las palabras
de Lula con un: “México y Brasil no están en competencia”. Claro, no se trata
de una competencia de naciones, pero sí de una valoración de dónde está México
como para no ser tomado en cuenta como nación potente.
Otra de las demandas importantes del país
que aún sigue vigente, es el de la justicia por el caso de la Guardería ABC. El
pasado 5 de junio se cumplieron cinco años de que este evento, tan lamentable,
pero también ignorado, sucedió. El gobierno de Felipe Calderón evadió, de la mejor
manera, el caso; hoy en día Enrique Peña Nieto no ha dado respuestas ni
detenido a los principales acusados por el incendio del edificio, mismo que
ocasionó la muerte de 49 niños. Durante el mismo día del cumplimiento de los
cinco años, los padres de los muertos y heridos marcharon por Reforma, y
estuvieron en la plancha del Zócalo para expresar su dolor y su descontento
ante el seguimiento de las autoridades. Una vez más, hubo desinterés por parte
del gobierno pues Peña Nieto nunca dio un mensaje por lo sucedido, y mucho
menos abrió las puertas del Palacio Nacional, edificio que representa la
justicia y la democracia de México, para que los afectados por el caso ABC
pudieran entrar a dialogar con él, como sí lo hicieron los futbolistas del Tri.
Por otro lado, una de las personalidades
que destaco durante el abanderamiento del Palacio Nacional es la del Secretario
de Educación, Chuayffet. Es importante notar que la presencia de este personaje
en el evento no es gratuita. Pareciera que este hombre, representante de la
educación, funcionara como una especie de unión del fútbol con el valor
educativo del país. La propuesta es delicada, más si se piensa que en días
posteriores el fenómeno del bullying incrementó
de manera increíble. La muerte de Héctor Alejandro, estudiante de primaria de
Tamaulipas, fue uno de los casos más sonados de este fenómeno social, este niño
fue asesinado por sus compañeros que lo acosaban constantemente; a su vez, en
Jalisco la situación era también crítica, pues cuatro ciclistas, pertenecientes
a la selección nacional de ese deporte, habían violado a un niño de 15 años.
Por último, en Coahuila, otra expresión de agresión se dio a conocer con el
caso de un niño, de tercer año de primaria, que fue violado por sus compañeros.
Es claro que el tejido social está
dañado, la educación del país sufre el mayor rezago de la historia, las leyes
contra el bullying serán fácilmente
evadidas, como sucede a menudo en el país.
El secretario de educación asiste a un
evento en donde se pretende mostrar a los jugadores de fútbol nada menos que
como héroes nacionales que partirán no a un juego, sino a algo similar a una
guerra; mientras esto pasa, la sociedad toma justicia por su cuenta (piénsese
en los autodefensas en Michoacán, o las agresiones a asaltantes y
secuestradores en la capital), los niños tienen ideales televisivos y
futbolísticos, pero no morales ni éticos.
La apoteosis de los jugadores de la Selección
está ligada a la intensión de ver al Tri como un conjunto en donde reside la
idea de nacionalidad. La patria, la identidad y la unidad se manifiestan a
través de portar una camiseta que tiene el color más importante y representativo
de México: el verde. También, en los partidos de la selección, llevar grandes
penachos, el sombrero mexicano y la máscara del Santo son los accesorios
perfectos que muestran nuestra cultura a través del tiempo: lo prehispánico, lo
revolucionario y, finalmente, lo popular o moderno.
México es un país muy frágil, más en estos
momentos de la Copa del Mundo; pese a ello, cualquiera puede insultar a la
afición de la Selección, como ya lo hizo la hija del director técnico, quien en
su cuenta de Twitter llamó tetos y estúpidos a los que criticaron a su padre,
Miguel Herrera, por perder ante la selección de Bosnia.
El fútbol es un deporte interesante, no por
nada Eduardo Galeano ha escrito mucho sobre él; lo dañino es cuando éste se
convierte en el opio de un pueblo, y cuando en él se proyectan los sueños y los
anhelos, meramente de afición, de la gente. Durante el próximo mes México
vivirá uno de sus momentos más decisivos, y no es el de tener a Guillermo Ochoa
como portero titular ni de la presencia de nuestro país en Brasil 2014, sino en
cuanto a la aprobación total de la Reforma Energética. Este destino se verá
opacado por el Mundial, mismo que funciona como cortina de humo, lo cual prueba que mientras estemos
más cerca del fútbol estaremos más lejos de una revolución no tanto combativa,
sino ideológica.
Clemente Cruz de Góngora