sábado, 17 de junio de 2023

Estoy listo para decir adiós


Yo también sé llorar, padre,

en la lejanía del silencio

por el temor de esta vida, cuyo aire

mi piel vulnerable apenas descubre.

 

Estaba listo para ser amado,

mi rostro lo decía todo

y mis ganas de decir primitivamente:

“Este soy yo, padre”.

 

Pero tú no anhelabas conocerme.

Sabías que otra parte de ti amaneció

y sentiste terror de verme

por encontrar de tu apariencia un engendro.

 

Dime, padre ¿Acaso no es antinatural

que quien engendra no sienta emoción?

¿Entonces quién es el adefesio

incapaz de expresar un amable sentimiento?

 

Yo también sé, padre,

que en mi inocencia me buscaste.

Seguramente te ofrecí una frágil sonrisa

que poco deshizo tu seca cornisa.

 

¡Estaba listo para ser!

¡Estaba en la más tierna edad para cautivar!

¡Ese momento en que toda suave criatura

conmueve por su sola simpleza!

 

Pero tú no me anhelabas.

No logré retenerte, no fui suficiente

(eso me consta hoy con cualquiera),

y para siempre desapareciste.

 

Dime, padre ¿acaso no es

injusto desconocer tus inclementes facciones?

¿Quién te dio el privilegio de acercarte

sin yo poder recordarte?

 

Yo también sé

que yo no funciono a la mitad.

Me veo al espejo y estás ahí,

pero no sé qué de ti hay en mí.

 

Estaba listo para,

sin saberlo, intentar ser fuerte

cuando daba a mis muñecos la habilidad

de crear escudos para del dolor protegerme.

 

Pero tú

no estuviste para escucharme crear historias,

para tomarme de los hombros en la luz

y hacerme creer que en tu cercanía podía confiar.

 

Dime, padre ¿Acaso no

te hace falta el sonido de mi nombre?

Porque cada día algo más de mí perece

y me desplomo ante tu indescifrable imagen.

 

Yo también

quiero detener tu recuerdo

con esas palabras que te faltó dedicarme:

Estoy listo para decir adiós.