martes, 3 de enero de 2012

De las piernas varoniles.

Decíase entre todos
que para admirar lo que nos transporta,
sólo ellas eran dignas de mirar.
Mas yo he descubierto
que también ellos en esa piel atractiva
logran poseer belleza sin igual.


De velludas y con contorneada forma
se perciben, cuando ellos
se deciden sentar.


Las veo pasar unas por otras
cuando de vestimenta
los hombres a sus pantalones,
lo corto deciden usar.


Sean gañanes, o de anatomía 
más delgada que la propia dama,
ellos con esos singulares músculos,
la oda también merecen experimentar.


A los muslos que poseen,
sean estos marcados o no,
con sus toscos movimientos
contornean masculinidad en la figura de su cuerpo.


Son sus rodillas,
el inicio de la cascada,
donde en el momento en que el sol
toca e ilumina esa forma,
a la vista logra extasiar de sensualidad.


Y sea el resto de lo largo,
cualesquiera: morenas o blancas,
las que, velludas o depiladas,
con sus pantorrillas al marcar,
escultura mejor que las de Da Vinci 
y su contemporáneo,
a la humanidad muestran voluptuosidad.


Porque cuando corren, 
caminan, o hasta en ruedas andan,
son sus movimientos la suavidad,
y tosquedad que se antoja tocar.


Las piernas, entonces,
del género masculino,
al verlas, también se deben admirar,
pues estén agachadas o levantadas,
a su sensualidad de hombre
no se podrá negar.


‎"La sensualidad en ambos sexos es por igual, sólo se debe saber por dónde empezar a mirar"

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