sábado, 1 de marzo de 2014

Divino cuerpo

Divino cuerpo

Aire encarnado en carne,
agua puesta en pupilas,
tierra que corre por tu sangre;
fuego que se eleva cuando suspiras.

Divino cuerpo, perfume del viento,
por ti me enveneno, quedo sin aliento;
del leño nací, estoy perdido en el tiempo,
¿cómo subir?, ¿cómo saber que te siento?

Minúscula chispa que débil sale
de una fogata que tú anhelas
ver en su esplendor palpitante;
siendo que apenas soy llama de vela.

Pero te veo desde abajo, te observo.
Frágiles pilares, si no de mármol,
sí de rubíes que yo conservo,
y que te sostienen, como tronco a árbol.

De pronto hablas, tu voz se desprende,
como bello pétalo que por el céfiro
vuela frágil y sin destino,
y así se une al espacio divino.

Entonces me elevo con potencia
para así escuchar tus palabras
que aumentarán mi vehemencia,
y lograrán que tu corazón abras.

Yo te miro, bien te contemplo,
¡oh, mar mío!, inmensidad del cielo,
infinitud, pacífico movimiento
de tus olas; en fin, de tu cuerpo.

No puedo más, ¿cómo no luchar
para de tus ojos ser una víctima?;
yo me elevo, yo subo, quiero tu cima.
Me convierto en fuego de llama fina.

Hacia el paraíso voy, no me detengo;
de pronto, de tus ojos la atención tengo.
Tus pupilas no resisto;
entonces tú sonríes, y así hoy yo existo.

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