lunes, 23 de junio de 2014

Carne nuestra

Carne nuestra
Este día de lágrimas en que te vi llover
sonaban las campanas de la misa fúnebre;
la magna gloria de los cielos se dejaba ver
por el vitral. Ella de mi amor te cubre.

La luz que te vuelve fiel vasallo del Señor
me ciega por el destello que te corona.
Podrá afuera reinar el frío sin pena,
pero hoy adentro el fuego nos pedirá clamor.

Las campanas su rugido no han de detener;
óyelas anunciar sin ninguna pesadumbre
el momento en que tú y yo, sin a nada temer,
nos uniremos abrazados hasta la cumbre.

Tal vez ganada tenga la indiferencia y el dolor,
pero un suave toque hará del mármol vena.
Romperé de tu estatua la aureola tierna
y haré que existan las pasiones con su ardor.

Abre con tus llaves la puerta de éste mi querer,
coge entero mi amor y deja aquí tu lumbre.
Roza con pasión la areola que has de morder;
juntos sacaremos la primera gota del ser.

Sobre este cuello derrama la pasión del amor,
el órgano se parará sin duda alguna;
clava tus gemidos en mis oídos con fervor;
creemos el canto de los amantes en la luna.

El beso de nuestros pecados lo hemos de beber,
que sepa a mirra y nuestro anhelo nunca cobre,
que sea eterna la desnudez que hoy podemos ver.
Híncate y con tu boca júrale amor de hombre.

Alza tus manos, toca el escudo de su dolor,
cierra tus ojos, siente la presencia divina
y huele el incienso que con calor
entra y sale por los sentidos que ilumina.

Deja que el diablo muerda tu cuerpo que quiere arder,
que sus garras rasguen tu masculina columna
y su lengua sienta las pestañas de tus piernas.
Deja que su mirada silenciosa diga amén.

La madre María no nos ha de guardar rencor;
Cristo piadoso nuestro espacio cubre.
Nuestra unión tiene un celestial color
que ante los ojos de Él también es libre.

¡Que arda, que prenda nuestro sublime querer!
¡Que arda esta pura y blanquizca laguna!
¡Que arda y se consuma mi amor sin fortuna!
¡Que ardamos en estas llamas que han de crecer!


¡Líbranos, Señor, de la carne y su pudor!
¡Líbranos de la soledad y la cruel hambre
y el amor, la miseria, y de la vida pobre!
¡De mis fieles latidos por él, líbrame, Señor!




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