Quince rosas, ¿y sus espinas?
(o sátira de mis sentimientos)
(o sátira de mis sentimientos)
Quince rosas, ¿y sus espinas? pretende recordar, por medio de poesías, a aquellas personas que formaron parte de mi vida y la marcaron de una u otra manera, sea esta agradable o desagradable. Quince personas son las que estarán reflejadas a lo largo de esta obra, siendo sólo tres las que han engalanado y enamorado a mi corazón; todos estos seres, junto con sus rosas y espinas, son presentados en orden cronológico en como aparecieron en mi vida. Todo esto, para celebrar mis 20 años que pronto cumpliré.
Disfruten del olor de sus rosas y de la sangre que provocan sus espinas:
Rosa pura eres, humano,
quien de detalles infinitos
enredó a mi todavía corazón indeciso,
pues éramos adolescentes sin dejar de ser niños.
quien de detalles infinitos
enredó a mi todavía corazón indeciso,
pues éramos adolescentes sin dejar de ser niños.
La fuerza de tus acciones
combinadas con tus palabras
fueron olas tan conmovedoras
que ni a abrirlas se atrevería Moisés.
combinadas con tus palabras
fueron olas tan conmovedoras
que ni a abrirlas se atrevería Moisés.
De risas y emociones tú y yo vivíamos,
que si uno faltaba al ejercicio de los puños,
el otro solo se sentía sin su amigo;
que si uno faltaba al ejercicio de los puños,
el otro solo se sentía sin su amigo;
en fin que bien correspondidos éramos.
Mas grandeza y tanta dulzura
en este mundo poco perdura,
por eso del primer llanto eres rosa de la verdad...
en este mundo poco perdura,
por eso del primer llanto eres rosa de la verdad...
De la verdad confesada en tu recámara,
tú, frustración sentiste
y aún más jugaste con mi cara.
tú, frustración sentiste
y aún más jugaste con mi cara.
De ese día cruel
fue la burla de no poderte tocar,
y tú incitándome a probar,
pero tus razones eran espinas fuertes.
fue la burla de no poderte tocar,
y tú incitándome a probar,
pero tus razones eran espinas fuertes.
Llorando me tenías a tu lado,
¿qué era yo entonces?
¿qué era yo entonces?
para que me dejaras en tristeza verme;
pues si me querías, debías del dolor protegerme.
pues si me querías, debías del dolor protegerme.
Luego la indiferencia y en mí el ardor
causaron de que aquellas veces
en que nuestras manos juntábamos,
ya no fuera más que el orgullo separarnos.
en que nuestras manos juntábamos,
ya no fuera más que el orgullo separarnos.
Está bien, burlaste tú mi confesión,
e hiciste con ella antojo y no amor;
ahora yo te veo amargado de la vida
y con los mismos kilos de más que traías,
que enamorarme de ti resulta ya pesado para mi poesía.
e hiciste con ella antojo y no amor;
ahora yo te veo amargado de la vida
y con los mismos kilos de más que traías,
que enamorarme de ti resulta ya pesado para mi poesía.
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