domingo, 9 de diciembre de 2012

Rosa de la ternura

En venas llevaba tu mentira,
en mis ojos destellaban tus labios,
en mis manos se sentían tus latidos,
en mi interior se abatía del amor tu verdad.

¡Oh hipérbole de mis destellos!,
en truenos descendiste a tiempo,
en cruces llevaste a procesión mi cuerpo,
en mi pensamiento eras estrella de los cielos.

Cada vistazo de tu figura en juventud,
que con voz perfecta se combinó
para a mi gusto conquistar en plenitud;
fue canción del alma que al cielo sube sin lentitud.

Perfecto en cuerpo, mente y armonía,
eminente en conocimiento y carisma,
culpable por ser rosa de la ternura...

De la ternura que clavó en mi corazón
la espina de la mujer ante puesta
al sentimiento puro del poeta.

Por muchas eras perseguido,
admirado por ser persona tan agradable,
aplaudido por hacer reír con sentido,
abrazado con cariño interminable.

Sí, por mis ojos visto y siempre tuyo,
mas broma era sólo yo para ti;
claro, ¿quién pudiera sospechar este cariño
que en mí revolvía normas y sentido?

Pedí por ti tal cual rayo de luna su sombra,
tal cual flor su gota fresca,
tal cual músico su arpa,
tal cual amado su fiel alma.

No respondiste, y ahora yo eterno te vuelvo,
no me puedo mofar tanto de ti
insigne muñeco que a las niñas movías
a su antojo sentimental y corpóreo;
antojo de muchas, pero por mí siempre recordado.

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