domingo, 21 de abril de 2013

De él, que siempre ha sido un bien

De él, que siempre ha sido un bien

¿Quién es él, gozoso,
que hoy se posa ante mi rostro?;
es todo menos penoso,
antes bien de su corazón
harto de latidos cariñosos.

Marco, sin demora aquí tu nombre,
sublime personificación escrita
de lo que es tu esencia:
cristal celeste de los mares.

Descifrar tus sentimientos
es vuelo vano al Sol, su llanto;
pues tú con tu mirada
alumbras a cada persona, su vida.

Alegría irrepresentable
es, de tu carisma,
potente cima
de lo tanto que tienes de sublime.

Que si presente ente
cayó ante ti, en amores rendido;
entiéndelo, oro en otro tiempo
no compite contigo, Dios omnipotente.

Y por eso no sean tus sentimientos
atraídos a la llama del sólo deseo;
que no mucho tiempo faltará
para que tu vida vuelva a suspirar.

Lo digo, lo confirmo, lo sé,
pues con tener la virtud de conocerte,
sé que quien ha de amarte,
deberá en entero cuidarte.

Pues tú dime, hijo del corazón,
¿quién no pudiera amar tanto
a ser majestuoso, bañado
en perfume de cada rocío?

Tú, suspiro del mismo viento,
centro de lo invisible; tú, cuerpo,
dime ¿debieras sufrir de amor?
¡si el amor depende de tu aliento!

Por ser tú portentoso ser
que a los momentos das nombre,
sentido y gusto de vivirlos;
resultas ser de la esencia, cada beso.

Que si una canción:
"¿cuál es mi nombre?"
era la frase de nuestra unión,
no de menos es el recuerdo,
fiesta para cada sentido.

Pintura de lo especial,
tuyo retrato de la pureza;
sabes ahora lo tanto
que a mi vida volviste encanto.

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