lunes, 12 de marzo de 2012

Ella me abraza sin tener piedad,
tal cual embustera, seduce mis ánimos,
y yo, sin energías, le entrego mi bondad.


A mí cruelmente me aprieta con sus manos,
indefenso, débil y lleno de tristeza
es como ella me tiene; pues disfruta al ver mis lamentos.


Y por otro lado, para otras personas actúa con pureza;
yo sólo pregunto ¿alguna vez ha sido de verdad buena?,
porque haciendo sentir mal, ella se ve tan gozosa.


Bien yo estando con esa persona
veo a otros conseguirse cosas finas como una pelliza,
y yo, sin embargo, muero por apenas tener una vida digna.


Hundido estoy, pues en su corazón habita la maldad.
No me deja ser libre, mientras que ella, está feliz con otros;
aunque me esfuerzo, me tiene a contra de mi voluntad.


Y vierte mi ánimo en deseos venenosos,
deshace mi esperanza,
pisotea, incluso, mis llantos dolorosos.


A la pobre de mi fortaleza
ella vence sin ninguna pena,
y acaba siempre con toda mi fuerza.


Es firme reina,
me aprieta, me hace llorar y se desliza
por toda mi vida, siendo la magna soberana.


Dios a veces no se acuerda de mi humildad,
a mí me tocó vivir en lamentos,
y con una vida de mediocridad.


Ella es culpable, lo saben todos.
Conmigo tiene firmeza
para acabar vilmente con mis latidos.


Es la pobreza
dama de frialdad llena,
es autora de mi flaqueza.


Pero de algo no tendrá satisfacción alguna,
y es de quitarme la pluma, fineza
y de esta poesía que sólo es mía.

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