sábado, 3 de marzo de 2012

La pieza restante

Primer semana.


Lo había visto desde ya hace bastante tiempo. Esos ojos, labios, orejas y su cuerpo en general, de todo era yo fiel admirador.
Él era vendedor en el Metro, pero no era cualquier vendedor, se notaba que era diferente, porque en vez de subir a los vagones a vender dulces, tocar música ruidosa o con esas bocinas tan molestosas; él se subía a vender las artesanías que hacía. Fueran estas collares, pulseras, aretes, todos eran realmente hermosos, y de vez en cuando leía un poema corto para después empezar a vender.


La gente lo veía con ojos extraños, algunos eran groseros con él, pero otros (como yo), le poníamos la atención merecida; sin embargo, yo hacía algo que no cualquiera hacia, pues le compraba a diario alguna de sus artesanías.
Pasaron muchas semanas para empezar a comprarle sus productos, y es que antes me daba mucha pena pedirle algo, ya que cada que se acercaba a una persona, ponía una cara tan tierna, que era imposible no hacerle gesto de simpatía.


En fin, no sabía si él ya se había dado cuenta de que a diario, cada que se subía a vender, yo le compraba algo. Apenas llevaba una semana haciéndolo, y sinceramente, esa era mi manera estratégica para acercarme a él.


Segunda semana.


Como era costumbre, cuando regresaba de la escuela, él se subía en la estación Misterios para empezar a vender, esto lo hacía al rededor de las 8:50 pm. Únicamente lo hacía a ese horario y de lunes a viernes, pues en los días en que yo regresaba más temprano de la escuela, él no se aparecía por esos rumbos.
Fuera de eso, creo que ya se había percatado que yo siempre le compraba, porque a cada que me veía se acercaba a mí como asegurando que le iba a pedir una de sus artesanías. Y en efecto, él estaba en lo correcto,  porque a cada que compraba una de sus creaciones, de inmediato llegaba a casa a ponerla con la demás colección, la cual la tenía ordenada desde el primero que le compré, hasta el último que había adquirido.


Tercer semana.


A menudo que este acto continuaba, me parecía que él  se extrañaba un poco más, porque a cada que le hacía el pedido, él me miraba raro, y notaba que a veces, tenía ganas de expresarme alguna duda, pero nunca lo hacía.
Uno de esos días en que la rutina seguía, sucedió algo que cambiaría la forma de verlo.
En el momento en que iba a pagar la artesanía, el metro se frenó muy fuerte, de manera que ambos resbalamos hacia la pared del vagón, y por esto, quedamos muy juntos, casi nos besábamos de lo tan pegados que estábamos. 
Él se alejó rápido y me devolvió mi cambio, así que no pude disfrutar mucho tiempo estar tan junto de su persona.


Cuarta semana.


Días después del incidente, la tensión entre los dos se ponía cada vez más fuerte, hasta que por fin, él me habló.


-Eres fiel a mí ¿verdad?-Dijo mientras sacaba del tubo de cartón la pulsera que le compraría.


-Es que cómo no ser fanático de las cosas que haces-Tomando el artefacto le mencioné.


-Gracias por apoyarme-Me sonrió tan bellamente.


Quinta semana.


Había pasado ya un mes desde que empezó a surgir toda esta historia de ese que hacía llamar "mi vendedor". Ahora a cada que se acercaba lo notaba con temor, pena, extrañeza ¡con tantas cosas!, no sabía qué pensaba él de mí.


El miércoles de esa misma semana yo regresaba cansado de la escuela, sólo esperaba a mi querido para que se subiera a vender y poder dormirme en el demás trayecto de regreso.
Y en efecto, así pasó, en Misterios él se subió al vagón, yo como siempre, pedía uno de sus objetos. Se acercó, tomé una de sus pulseras y... y... y esta vez de manera extraña, cuando le entregué el dinero, me guiñó de forma tierna y pura.
Quedé pasmado por eso que había pasado, se bajó del metro y yo, cerrando los ojos, no dejaba de pensar en ese acto que había hecho.
Entre pensamientos una y otra vez mi mente recordaba lo que había pasado, y cuando ya estaba en lo más profundo de un sueño, sentí una pequeña mano que tocaba mi rodilla. Era un niño que me pedía dinero de manera insistente, el niño no se veía mal vestido, ni mal alimentado, por lo que pensé que era hijo de alguna persona, pero nadie le llamaba la atención, así que realmente no era de nadie del vagón.
Como no me dejaba de molestar, saqué mi celular con dinero, y cuando le estiré mi mano para darle una moneda, ¡Me arrebató el celular y corrió hasta la puerta!, rápido me levanté y como ya habíamos llegado a la estación Terminal Aérea, abrieron las puertas del vagón, el chiquillo descendió rápido y yo iba tras él.


Corría muy rápido por el andén, le gritaba para que se detuviera, y en el momento en que lo hizo, me señaló a alguien. Cuando alcé la vista ¡Era mi vendedor con una flor en la mano!, la cual parecía, un obsequio para mí.


Se acercó a mí  y dijo:


-Creo que de todas las artesanías que tienes, hay una que aun no te he dado-En ese momento me entrego aquella rosa...







Estación Terminal Aérea. México, Distrito Federal.



No hay comentarios:

Publicar un comentario