miércoles, 27 de marzo de 2013

Recitando un poema

Esto que he de contar aconteció en un día en el que los rayos puros y rubios del Sol seducieron a mis sentidos con sus latidos. Tan pensativo estaba desde días antes, reflexionando sobre la existencia una y otra vez, incluso en el Metro me había encontrado a dos chavos que eran increíblemente parecidos el uno del otro, y eso me hacía pensar más en las coincidencias de la vida, coincidencias que a mí no me solían pasar.

En fin, me encontraba ahí, sentado en el café del Sears que está enfrente de Bellas Artes, observando a mi padre trabajar, él era mesero de ese lugar, yo a veces iba a ayudarle con el trabajo, pero no era empleado fijo, mas bien cuando iba prefería observar cómo la acera de abajo dejaba a las personas pasar por encima de ella; mientras observaba esto, pensaba en el día de mi cumpleaños, el cual se encontraba demasiado próximo.

Pensaba en ello porque desde ya hacía mucho estaba planeando hacer algo digno de ser recordado para siempre, algo que no fuera olvidado ni por mí ni por las demás personas, iban a ser mis 20 años y significaba dejar otras décadas atrás, unas décadas en extremo difíciles y llenas más de tristezas que de alegrías. Ahí estaba la importancia de celebrar de una forma singular mi cumpleaños.

Así es, una gran celebración, pero todavía no tenía ni idea de qué es lo que quería hacer, lo único que sabía es que días antes me la había pasado sumergido en una fuerte depresión, pues, a decir verdad, estos 19 años habían sido crudos y crueles, tal vez los más terribles de estas décadas que pronto dejaré atrás; en efecto, a lo largo de todas ellas viví mucha soledad, causada por los fuertes desamores, nadie se fijaba en mí, por más que me acercaba a las personas que me gustaban, éstas siempre me ignoraban y me trataban de hacer entender que yo nunca podría pasar de ser sólo un buen amigo, y todo esto se acentuó todavía más en mis 19 años.

Dolor, había mucho dolor en mi corazón, por todo, por ver a mi ex triunfar en el amor pese a esa personalidad tan obsesiva y destructiva, eso puesto frente a mí, fracasado eterno en eso que es hijo de Venus, yo, que siempre trataba de ser noble con cualquier persona; tal injusticia de la vida me incendia por dentro, en verdad la existencia y el amor son tan crueles.

Tan profundamente nadaba en estos pensamientos pensando una y otra vez sobre mi soledad, mi desamor y al mismo tiempo intentaba idear qué sería lo que finalmente haría para el día de mi cumpleaños número 20, en verdad quería ser recordado, nunca olvidado, quería ocupar un lugar en la gente; bien sabía que este propósito se desprendía de mi necesidad de tener a alguien que me amara y me pensara, pero, como no tenía a nadie, necesitaba tener la atención de la gente.

Fue así que, todavía viendo hacia la acera de la calle, vi cómo un niño se caía al suelo y éste comenzaba a llorar intensamente, entonces ¡lo tenía!, sabía ya cómo ser mirado y recordado por un momento, ¡por supuesto!, si hacía lo que se me había ocurrido la gente me vería y sabría de mi existencia, era una idea en verdad perfecta, y como tal, como quería la perfección, decidí combinar esa brillante idea con algo todavía más increíble y artístico.

II

28 de noviembre, 10 de la noche.

Era el cumpleaños de nuestro personaje Alexander, él se encontraba suplantando a su padre en el trabajo, pues éste último se había enfermado. Alexander recién terminaba de hacer corte de caja, con lo que terminaría su última labor del trabajo. No se encontraba ya nadie en el café, por lo que él decidió llevar a caso su plan, su plan de trascender en la historia, de hacer algo grandioso y memorable, de ser recordado.

Alexander había llevado un micrófono de buena calidad y sonido para conectarlo al reproductor de música del café, pero antes de llevar a cabo el resto del plan, él obstaculizó la puerta del ascensor de su piso no sin antes revisar que ya nadie subiría a la cafetería; así también notó que el vigilante no lo veía porque éste se había ido a comprar su cena, en realidad Alexander ya sabía que siempre a las 10 pm el vigilante iba a buscar qué comer.

Cuando por fin estuvo solo, Alexander acomodó rápido varios mesas y las puso justo enfrente de las escaleras, esto para impedir cualquier paso, entonces así aseguró la realización de su plan.

III

Habiendo obstaculizado las únicas formas de subir a este piso, y ya conectado el micrófono al reproductor de música, subí el volumen de las bocinas al máximo, tomé mi hoja, volví a leer lo que había escrito para esta ocasión, y entonces lentamente me acerqué a la terraza, subí a una mesa que había preparado para este momento y entonces saqué el primer pie a la orilla del techo, justo afuera del vidrio de la cafetería que cubre tal división.

Al notar que lo había logrado, saqué el segundo pie, me equilibré lo más que pude y por fin logré ponerme de pie con el micrófono y la hoja en la mano. Así es, al fin estaba parado a muy poco de caerme a la acera de la puerta del Sears, veía Bellas Artes desde tal altura, el panorama cambiaba bastante, ver a todos lados, los carros moviéndose, las luces de las lámparas, algunas personas caminando ahí abajo, la Ciudad iluminando al cielo oscuro; todo, todo era en extremo impactante, la situación era imponente, pero el plan era perfecto.

Entonces fue así como comencé a hablar, el sonido era bueno pero no lo era lo suficiente debido al ruido de los carros y del viento. Intenté alzar la voz pero casi nadie escuchaba, estaba desesperado y frustrado por el posible fracaso de mi plan, sin embargo, a los pocos minutos un señor que estaba a punto de cruzar la avenida me señaló.

IV

Lo vi, lo vi, yo estaba a punto de cruzar la calle para pasar a la entrada del Sears, cuando vi que ahí estaba ese chico que se había atrevido a pararse afuera del cristal de la cafetería, sostenía un micrófono y un papel en las manos, le señalé al policía que estaba mi lado a ese sujeto y de inmediato el oficial se puso en contacto con sus compañeros, unos al notar esto avisaron al encargado de seguridad de dicha tienda lo que estaba sucediendo, los vigilantes intentaron subir pero era imposible, al parecer el chico había bloqueado todas las formas de subir a tal piso.

Poco a poco la gente se acercaba para ver esto, todos estábamos esperando a ver lo que haría el chico que estaba allá arriba. Como ni los vigilantes ni los policías podían subir por temor a lo que fuera a hacer el joven, decidieron cerrar la avenida Juárez para que así se escuchara un poco más lo que el chico quería decir, y, mientras se distraía al hablar, ellos intentarían atraparlo y así detener lo que estuviera pensando a hacer, algo que, era en verdad obvio.

El joven, al ver la avenida cerrada, con todos nosotros viéndolo y los bomberos junto con ambulancias aquí abajo, decidió volver a comenzar su discurso.

V

Al fin, al fin tenía la atención que había querido, tantos ojos puestos sobre mí, luces abajo, reporteros, incluso helicópteros, mi plan había funcionado, no lo podía creer. Ahora era momento de hablar, de empezar lo antes ensayado.

-Esta atención que ahora me dan es para que yo diga algo, lo sé, y es precisamente lo que haré. Mi realidad es simple y directa, ya estoy harto de este mundo, de su indignidad e injusticia, del desamor y de su pobreza, yo he amado y nunca me han correspondido, otros odian y matan y viven bien; por eso es tiempo de que yo viva justamente y no aquí, sino en un mundo más allá de este.
Así que yo me aventaré de aquí, me daré muerte, y no esperaré a que me rescaten o que me quieran convencer de que no lo haga, pues yo simplemente recitaré un poema que escribí, y cuando termine de hacerlo, entonces podrán saludar mi alma y rezar por ella desde su patético mundo. Aquí voy.

VI

Cuando aquel chico terminó de hablar y expuso su idea, todos quedamos impactados, nuestros cuerpos se habían visto tapados por una cobija de inmenso miedo y nervios, todos habíamos oído que los policías dijeron que en cuanto empezara el chico a recitar el poema, intentarían entrar al piso silenciosamente para así detenerlo.

Los medios de comunicación ya estaban ahí, televisando, tomando fotos, grabando, escribiendo; en verdad el chico había logrado todo un espectáculo. En ese momento, todos escuchamos los primeros versos:

Maldita pasión desbordada
como infierno estás aquí;
haces tormento de mi vida,
diré: por ti yo no viví.

VII

Terminé de recitar mi primer cuarteto y entonces oí cómo por el elevador y las escaleras los vigilantes y policías intentaban pasar, por lo que decidí moverme bruscamente y fingir que me tiraría para que no intentaran entrar al piso. De inmediato los ruidos terminaron y deduje que habían detenido sus intentos de entrar.

VIII

Todos gritaron, se espantaron y algunos lloraron cuando vieron al chico balancearse de esa forma, por lo que le pidieron a los policías que detuvieran la orden de entrar al piso, así fue como ellos obedecieron para no formar más pánico. La policía decidió entonces que no podían pasar al piso, pues mientras intentaran quitar los muebles, seguro el chico se aventaría, así que decidieron aterrizar por helicóptero y entrar por una puerta de emergencia que estaba oculta. De ese modo empezaron a llevar a cabo la táctica, cuando de pronto escucharon los otros versos:

Eres de mi herida muerte,
eres de la muerte lo triste;
no me dejas existir bien,
por eso debo abandonarte.

IX

Terminé mi segundo cuarteto y la gente me miraba y escuchaba muy atenta, por fin oían lo que mi pluma había creado y anhelaba se conociera, sin embargo, en ese instante tan dulce escuché el sonido de un helicóptero que estaba aterrizando en la azotea del edificio y cómo tiempo después alguien intentaba entrar por la puerta escondida de emergencia, ingenuos ellos que pensaron que yo no conocía dicha puerta y que por tanto la había dejado libre, hubiese sido estúpido de mi parte que, conociendo bien este lugar, no obstaculizara dicha puerta.

Pero a pesar de que lo había hecho, ellos seguían insistiendo en abrir la entrada, por lo que decidí sentarme en la orilla de la azotea, así que mis piernas ahora estaban colgando en el aire.

X

El plan de entrar por la puerta oculta falló, tanto así que hasta perjudicó todo, pues ahora el chico se había sentado en la orilla de la terraza haciendo que pareciera más cerca de caerse.

Los policías ya estaban desesperados, no sabían qué hacer para detener el suicidio del chico, pues desconocían la extensión del poema y el momento en que terminaría como para poder calcular en qué momento intervenir y detener la acción del chico. El jefe de la unidad nos preguntaba a todos los de ahí "¿Acaso nadie conoce el poema para saber en qué momento acabará?", pero nadie lo conocía, pues el poema lo había escrito el chico.

De pronto se escuchó:

XI

No, tú vuelas traidora;
sientes, vives, sientes, vives,
yo muero en tu tortura.


Ya había dicho mi primer terceto, esto se estaba acabando, los veía a todos impactados, viéndome por completo, no se movían para poder escucharme y ver qué es lo que sucedería, me había dado cuenta que mi plan era todo un éxito, ya los policías no estaban intentando nada para entrar al piso. Entonces tomé aire y...

XII

Entonces el padre del chico había llegado al lugar, él dijo que podría detener a su hijo saltando bien los muebles de las escaleras del piso, siempre y cuando intentaran hacer ruido abajo para que así su hijo no escuchara el salto; sin embargo, apuntó que esto tenía que llevarse a cabo justo antes de que acabara el poema para que así su hijo no se aventara.

A los policías no les quedó más remedio que aceptar, sin embargo, le informaron al padre que no sabían cuánto faltaba para que el poema terminara, pues nadie lo había escuchado debido a que era de la invención de su hijo; por el contrario, yo, que había identificado la estructura del poema corrí a avisarles a los policías que se trataba de un soneto, con dos cuartetos y dos tercetos, y que entonces esta era la última de las estrofas por leer, así que no había ya mucho tiempo para detener al joven.

Los policías y el padre se movilizaron rápido, los oficiales intentarían hacer ruido con las sirenas de sus patrullas así como también con los altavoces intentarían advertir al joven que no hiciera nada, todo esto mientras el padre saltaba los muebles de las escaleras.

Así lo hicieron, todo se llevó a cabo conforme al plan mientras ya oíamos:

No te irás sin saber de mí,
recuerda, yo por ti sufrí,

El chico, al oír el ruido de las sirenas y las palabras de los policías, alzó la voz para que todos continuáramos escuchando su poema.

XIII

por eso me rindo ante ti así.

Entonces escuché cómo mi padre gritaba detrás de mí "¡Alexander!", yo, al oír su voz solté una lágrima la cual despertó en mí una necesidad enorme de voltear y abrazarlo, pero en cuanto me levanté y volteé para verlo, el cable del micrófono se enredó en mis pies y al querer desenredarme con los pies, resbalé y fue en vano intentar agarrarme del vidrio, pues lo rompí debido a la fuerza de tratar de no caerme; así fue como, desde lo alto, sin la fortuna de poder agarrarme de algún otro lugar, el cable enredado en mis pies se rompió y sin milagro alguno caí a la acera de la calle.

Mi cuerpo se impactó provocando que por toda la acera mi sangre salpicara a todas direcciones, mi cabeza se deshizo, mis ojos se reventaron llenando de sangre todo el pavimento, así fue como el mundo me conoció también muerto.





Es así como aquí termina esta historia, la cual, al ser tan cierta, importante y trascendente, provocó que ya siempre aquel Sears sea recordado como en el que alguna vez un joven se quitó la vida recitando un poema.




Sears Avenida Juárez/Ciudad de México

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