domingo, 5 de febrero de 2012

Interprete de sentimientos

Me encontraba en mi recorrido por la línea B del metro, nada interesante era de esperarse, como siempre, veía la ventana que permite la vista hacia la dirección opuesta al vagón.


Pero en el momento en que llegamos a la estación Garibaldi, se subió un hombre de unos 23 años, de piel blanca, bien parecido y mejor vestido, traía colgando en su pecho un botón enorme, parecido a esos broches que traen los fanáticos de artistas o películas que quieren expresar sus gustos por medio de esos objetos.


El hombre entonces se sentó sobre su propio maletín, y dejó a su lado una bolsa de plástico que traía entre manos, demostrando así una actitud muy segura.


Él entonces había atrapado mi vista, y no sólo por su aspecto atractivo, sino por una acción que realizó durante todo el viaje: un monólogo consigo mismo. Durante todo el transcurso movía sus manos tratando de expresar algo, sus gestos cambiaban a cada minuto, jamás le perdí la vista.


Evidentemente con estas expresiones se ganó el mal mirar de la gente, lo veían como si fuera un denuesto su actuar, pero por otro lado, yo pensaba en lo que traba de comunicarse, pues me resultaba aun más interesante el que no hablará para nada.


Llegamos entonces a la estación San Lázaro, en la cual muchos pasajeros abordan, y el hombre al ver que el metro se detuvo para abrir las puertas, se levantó para no estorbarle a la gente, y al ver que entraron muchos, él se volvió a sentar.


En ese momento un lugar tras él quedó vacío, aproveché para sentarme y de esa forma tener el privilegio de estar justo atrás suyo.


No se me quitaba la fascinación que sentía por esa persona, ya que esa manera de reflejar los pensamientos, la pasión con que movía sus manos, los gestos tan fieles y claros que expresaban sus pensamientos, todo eso, hacían que uno se sintiera ameno al verlo... Era todo un interprete de sus sentimientos.


Llegamos entonces a la estación Oceanía, otra parada donde mucha gente aborda, y una vez más, con cordura y tranquilidad, él se levantó para no significar un estorbo para los pasajeros; pero esta vez, mucha gente entró, y entre ellos, un hombre viejo; pero a pesar de esto, nuestro personaje se volvió a sentar sobre su maletín.


Al ver yo que nadie le cedía el asiento al hombre mayor de edad, decidí hacerlo, aunque cuando el viejo trató de atravesarse para sentarse, pateó la bolsa que traía el personaje de los monólogos, entonces tomé la bolsa y le dije "Tu bolsa", él sin hablar me agradeció con su mano y continuó con sus gestos.


A la siguiente parada subieron una madre joven con un niño y una adolescente. La joven hacía caras de desprecio a la actitud del que mi mirada había atrapado, pero el niño por tanto, se puso a jugar con un plástico justo a lado del sujeto-monólogo, lo que se convirtió en una escena realmente digna de una pintura: un pequeño jugando en el piso del vagón y un hombre que con sus manos quería decirlo todo.


Faltaban dos estaciones para que yo me bajara a mi destino, estaba realmente ansioso porque el hombre-monólogo se bajara también en mi estación.


Así entonces pasaron las dos paradas hasta que me tocó bajar, y no veía que el hombre se parara para prepararse a llegar, cosa que me entristeció, así que cuando ya iba a dirigirme a la puerta, él se levantó tan repentinamente, que casi chocamos el uno con el otro.


Se abrieron las puertas, él bajó y yo tras él, se dirigió a las mismas escaleras para subir, y cuando llegó arriba, rápido subí los escalones para alcanzarlo.


El hombre estaba a punto de cruzar los torniquetes, cuando lo tomé del codo y le dije un poco nervioso: "Oye, debo decirte que eres fantástico, esa forma tuya de mover tus manos ante cada pensamiento, es digno de admirar", terminé de decirle, y poco me importaba que me expusiera a una agresividad, pues le había dicho lo que me había cautivado de él.


Pasaron tres segundos en los cuales me miró fijamente, y como si hubiera sido una acción lenta pero segura, con una sonrisa increíble en su cara, él me beso... Alguien le había dicho, por fin, lo increíble que se veía.




"Nunca olvides tus dones, pues otros tienen la delicia de apreciarlos"


Estación "Villa de Aragón" de la Línea B del Metro. Distrito Federal, México

2 comentarios:

  1. Muy linda la historia. Asi es la vida de los artistas, de los seres sensibles. A veces es como que parecemos payasos de circo. Que hacemos de ridiculo frente a los demas.
    Aunque no se bien cual es el verdadero payaso. El que hace, el qus siente, el que sueña, el que ama, el que se emociona. O el que hace una vida rutinaria de salir todas las mañanas al trabajo, volver, comer algo, mirar tv, irse a dormir. Para el otro dia levantarse y seguir la misma ruina

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    1. Yo creo que el artista es el que le da voz al pueblo, a sus sentimientos y a la vida; no deja escapar ninguna situación para plasmarlo en la escritura, pintura o película.

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