lunes, 27 de febrero de 2012

Podrán llamarte el rey del latín,
y que listo, es tu mejor adjetivo.
Podrán admirar la fineza de tu perfil,
y decir que entre todos eres el más lindo.


Nos podremos parecer en cuerpo,
hablaremos con pena, pero seguros de lo que sabemos.
Somos misteriosos y estudiosos,
sin olvidar semejanza en distintos gustos.


Que si en un momento de confusión
tú fuiste Minerva,
y yo Clementa,
sabemos que fue verdad en cierta manera.


Como se ve, somos distintos,
pero un tanto más parecidos;
ahora pregúntate ¿cómo sería algo juntos?,
la verdad, eso ya no existirá entre los dos.


Hubiéramos conquistado el Olimpo
y seríamos una pareja tan pareja
que esponsales pareceríamos,
aunque no fuera la soñada idea.


Lastima que en ilusiones se quedó
aquel pensamiento,
y que sólo una estrofa exista en esta poesía
para pensar de que forma sería.


No queda otra solución mas que soterrar
aquel sentimiento que despertó
para hacerte el más feliz del mundo.


Anda, quédate con tu elegido.
Que si tenga que acabar lo suyo,
no será, te lo juro, obra de mis maldades,
pues si juego por ti, jugaré sin traiciones.


Mas una cosa sí te digo:
para cuando el molino
de tu amor arda en llamas;
en mí no te atrevas a fijarte más,
pues mi mirada no arderá
por ti jamás.

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