Sé que ahora
es mi turno para decir esto:
orgullosamente
mexicanos somos,
replicamos tantas cosas de nosotros.
Juraría haber
escuchado tu voz
unos
instantes en tus versos;
ahora yo te
dedico
no este
poema, sino mi corazón
al ángel que sigues siendo.
Integré mi
mente en tu mano;
niebla vi en
momentos, pero,
él sufría mientras te iba leyendo,
son tus sonetos los que lo acabaron.
De haber
entrado,
en tus letras me hubiese quedado.
La luz la
tienes en tu cuerpo,
amaneceres
nuevos en tu rostro.
Crecieron mis ganas de seguir viviendo, por eso,
respeto yo te
tengo, y,
una sola cosa me queda por decir:
zafio será aquel que no te haya leído.
No hay comentarios:
Publicar un comentario