domingo, 27 de enero de 2013

El verso no muere

Esto que he de contar aconteció en un día en el que la luz mágica e inspiradora de la Luna bañó con su brillo puro a mis ojos. Recuerdo que un día antes había visto cómo el hijo del señor más rico de la colonia, quien luego de morir dejó a su hijo en la pobreza, le regalaba millones de pesos a la señora que vendía dulces en la esquina; una historia que, sin duda alguna, marcó mi vida, así como lo que me pasó a mí.

Mi maestra de tercer año de primaria era increíblemente linda, de personalidad noble y amorosa, una maestra que jamás olvidé por su forma de ser y porque ella siempre nos decía en la clase de Español: "No olviden las rimas, su ritmo, su poder y su dulzura; jamás olviden que los versos no mueren". Estas y otras palabras siempre las decía justo antes de que empezara a recitar un pequeño poema que ella misma había escrito, siempre decía que se sentía muy feliz cuando nos compartía este poema. Ella de vez en cuando, cuando recitaba el escrito, solía sacar unas lágrimas de emoción por el simple hecho de leerlo.

Pese a esta emoción que siempre mostraba al recitar, había muchos de mis compañeros, que, por el contrario, ya estaban hartos de escuchar el poema que a veces nos recitaba la profesora. Algunos tomaban a la maestra de loca, a otros les aburría y la ignoraban, algunos tantos (los "cumplidos"), sólo le ponían atención por el interés en la calificación, pero no se veía en sus rostros un interés ni una pasión por los versos que ella exclamaba; en cambio, habíamos algunos que, muy al contrario a los demás, nos emocionaba que la maestra comenzara con su recitación y también llorábamos con ella cuando lo hacía. Nosotros sabíamos el poema de memoria, en lo personal, cada día lo repetía una y otra vez en mi mente y a veces se lo decía a mi mamá.

En fin que otro día de clases, cuando ya estábamos en el salón, la maestra estaba parada al frente, a punto de empezar la clase, que, hermosamente, era Español. Entonces ella, con esa voz potente que me encantaba, con ese gesto de esperanza que me atrapaba, y con su vista puesta en nosotros que me inspiraba, comenzó a decir: "Niños, no olviden lo importante que es la poesía en este mundo, lo importante que son las letras, las artes, su realización y difusión, su sentimiento... Todos ustedes deben intentar, desde ahora, adentrarse a un arte, no dejen que esa creatividad que ahora tienen se muera, no lo permitan. Vivan y vuelen con la música, con la pintura, con la literatura, con la danza.

Yo espero que cuando se gradúen de esta primaria, que cuando pasen a la secundaria y demás niveles, no olviden jamás estas palabras; no olviden las artes, porque si las guardan en sus corazones no habrá nada en el mundo que las pueda acabar. También espero que recuerden alguno de estos versos que les recito, para que ya de grandes los repitan y comenten que fue su maestra de tercero de primaria la que les enseñó a recitar así".

Entonces ella comenzó a recitar:

Blanca paloma,
vuelas con libertad
porque eres símbolo de humildad
y todos en tus alas queremos estar.

Blanca paloma,
por montañas, por árboles,
por el mar tú andas
haciéndonos ver tus hermosas alas.

Blanca paloma,
detente, no te vayas,
no te despidas ya,

porque hoy mi sonrisa te vengo a mostrar.


Entonces acabó de recitar y todos le aplaudíamos; sin embargo, como ya dije, no todos lo hacían porque realmente sintieran el poema en sí.

Así es, ella era mi maestra de tercer año de primaria. Pasaron los años y me gradué de la primaria, de la secundaria, de la preparatoria, de la Universidad en la carrera de Lengua y Literaturas Hispánicas; pasé todos estos niveles sin nunca olvidar los versos que la maestra pronunciaba en esas hermosas clases de Español.

Al acabar mi carrera me ofrecieron enseñarles español a niños del estado de Oaxaca, en ese tipo de primarias en donde hay pocos maestros y es urgente que los pequeños hablen el idioma del país, decidí ir a trabajar allá.

En las clases yo les repetía a los alumnos lo mismo que mi maestra de tercer año nos decía, les expresaba la importancia de las artes en la vida, de cómo los versos creaban sentimientos tan hermosos en cada uno de nosotros; cuando mencionaba esto, los niños se emocionaban mucho, ellos aplaudían y siempre me sonreían, sus rostros cambiaban a uno lleno de esperanza, mismos que reflejaban sus deseos de querer ser grandes personas en la vida, incluso hubo algunos que me comentaban que querían ser grandes artistas en el país.

Así era siempre cuando yo les comentaba lo mismo que mi maestra nos decía. La emoción de los pequeños era grande, pero, sin duda alguna, cuando recitaba el poema y terminaba, su emoción era mayor, pues había algunos que soltaban lágrimas, otros que sonreían, algunos suspiraban por este hecho. Con cualquier expresión que ellos hacían yo también lloraba de la emoción y de ver cumplido el sueño de mi maestra, el de nunca olvidar sus palabras así como su persona...

Pasé un gran año enseñando español a los niños de Oaxaca, una experiencia inolvidable en todos los sentidos, sin embargo, tenía que regresar al Distrito Federal para empezar a tramitar mi pase a la maestría. En los días en que hacía ese proceso me asaltó un gran sentimiento de haber cumplido una promesa y un sueño de alguien especial para mí, precisamente el de mi maestra, por no haberle fallado en lo que nos decía.

Decidí entonces ir a visitarla a la primaria, esperando encontrarla todavía. Cuando llegué, los encargados de la puerta no querían dejarme pasar, pero cuando les mostré mi credencial de profesor y excusando de que quería ser maestro en dicho lugar, ellos me dejaron entrar. Cuando por fin entré, y fingiendo ir a la dirección, comencé a buscar a mi maestra y fue mi fortuna encontrarme a una de sus amigas con las que ella solía comer en los recreos.

Me acerqué a su amiga y le comenté que yo era ex alumno de la maestra Patricia, a quien deseaba en verdad encontrar. En cuanto le comente quién era yo, ella me contestó:

-Desearía que no supieras lo de Patricia como lo sé yo, pero ella está gravemente internada de salud en un hospital, se dice que cayó en depresión después de que su esposo la dejó, tal vez te gustaría ir a visitarla...

-En verdad quisiera hacerlo, quiero estar un momento con ella, porque aún la recuerdo, así como su poema-Le comenté.

-¿Aún recuerdas su poema después de tanto tiempo?-Sorprendida, pero feliz, me comentó la amiga-, ella siempre esperó que alguno de sus alumnos regresara y le recitara aquel poema; sin embargo nunca nadie vino, pese a que tuvo muchas generaciones, jamás regresó algún alumno para visitarla, su sueño no se cumplió; en verdad tienes que ir al hospital a cumplir lo que ella tanto deseó.

En seguida su amiga me dio la dirección del hospital, me indicó en donde estaba mi maestra, el piso y el cuarto y cómo llegar fácilmente. Sin pensarlo, ese mismo día, en la tarde-noche fui a verla; en cuanto llegué la enfermera me llevó a su cuarto, pero en cuanto entré, sentí una gran tristeza al ver el cuarto solo, lúgubre, gris por la ausencia de un familiar o conocido que fuera a visitarla, el ambiente que se sentía en la habitación era de soledad.

Sí, allí se encontraba ella, en una cama, conectada con el pulso que todavía sonaba a través del aparato. Entonces me acerqué y ella estaba dormida o inconsciente, su cara estaba muy pálida, reflejo de que el tiempo había pasado en ella, ahora sólo la muerte era la única que la visitaba a diario esperando a que se fuera del mundo.

La enfermera me dijo que la maestra sólo podía escuchar lo que se hablaba, me comentó que se le hacía raro que no se dejara morir, pues nadie la visitaba, estaba sola. Después la mujer me dijo algo muy cierto, y era que parecía que la maestra estaba esperando algo para al fin irse...

La enfermera se salió del cuarto y entonces me senté a lado de mi maestra, la tomé de la mano y llorando le dije:

-Nunca pensé verla así, tan diferente a como era en clase; ahora es tan callada y no con ese entusiasmo que la caracterizaba. Tal vez usted no me recuerde, por eso le diré quién soy, soy Rodolfo, un ex-alumno de usted de hace 15 años; debo decirle que yo sí la recuerdo a usted, aún conservo mi admiración hacia su persona, nunca olvido sus clases tan inspiradoras y fascinantes; pero, sobre todo, nunca olvido lo que decía y recitaba antes de empezar la clase de Español, por eso mismo he venido a cumplir su sueño.

Entonces suspiré profundamente, contuve el llanto y comencé con voz fuerte y clara a recitar:

Blanca paloma,
vuelas con libertad
porque eres símbolo de humildad
y todos en tus alas queremos estar.

Blanca paloma,
por montañas, por árboles,
por el mar tú andas,
haciéndonos ver tus hermosas alas.

Blanca paloma,
detente, no te vayas,
no te despidas ya,
porque hoy mi sonrisa te vengo a mostrar.

Sin esperarlo, y sin abrir sus ojos, ella repitió conmigo la última línea del pequeño poema, mientras ella hacía esto, una lágrima caía lentamente por su mejilla y tenía una débil sonrisa en su rostro. Tiempo después a que hizo esto, suspiro así como yo lo hice antes de recitar el poema; luego con voz baja, pero sin quitar su sonrisa, me dijo "Gracias". Cuando terminó de decir esto, yo comencé a llorar al ver que su pulso finalmente había terminado.

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