martes, 20 de diciembre de 2011


La sinceridad conmigo mismo,
el azúcar de mi pensamiento,
y las barras de color que se presentaron,
como aquellas que a mi pasado pintarón.

Yo ya he contado la historia en voz alta,
y la conté con toda sinceridad,
pues ni mis recuerdos merecen
ser alterados por la inseguridad.

Puede que a través de un pequeño niño,
o de un adolescente loco,
ellos hayan plasmado todos sus negados deseos.
Por eso tengo la escritura como portavoz,
porque aquel humano que su vida
resulta dañada por las causas del dolor a temprana edad,
puede ser el arete de tantos significados.

Y hoy pienso 
que de la experiencia de otros seres
(de esas que incluyen extravagancias,
pero también reflexiones);
yo por ellas, no debo de temer a nada.

Y no afectará la diferencia entre un buen caviar
a un humilde pedazo de pan.
Pues son las letras mi pasión,
son su esctructura mi adoración,
son su lectura mis nervios,
y son sus comentarios mis anhelos.

Por tanto, yo no he de fallarles en su desenvolvimiento,
por eso, aunque tenga tu presencia
como aquellos ojos que me miran fíjamente,
no escurriré tu modo de vida
sobre la sonrisa de mi literatura.

Por todo lo que he vivido,
por aquellos que he tratado en mi vida,
por los sabores que me trae el pasado;
yo te aviso que no influenciarás de manera negativa
en lo que me falta de vida.

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