miércoles, 14 de diciembre de 2011

Olor cuarto. Del pacto y la meta.


Imagina una enorme isla,
cubierta de verde con olor a frescura,
rocas que simbolizan la vida
y gente con obligaciones y diversiones que contar.

He hecho tan solo un razonamiento,
he hecho tan solo un pacto con el exterior;
es una forma de vida,
es una forma en que me acostumbraron a continuar.

Yo camino por todo el lugar,
y no me importa tener a alguien;
porque realmente todos siempre tenemos algo,
y aunque pudieran ser las mismas cosas
la historia de cada uno en Utopía es diferente.

La melancolía me hace ver ridículo,
las personas que se quejan de vivir en otras partes
sólo se lamentan de un ambiente muy competitivo,
donde la gente no convive para generar acuerdos.

Cada que cambio de hogar
me enfrento a lo desconocido;
pues la perspectiva cambia, pero siempre es seguro que tendremos algo,
y no deambularemos dependiendo de los demás.

Me gusta que en los cinemernos y trapemernos
el viento del comienzo y el fin
se comunique conmigo y haga despertar mi alma de emoción.

Yo sigo marcando mis pasos solo.
E cierto, la soledad es el trabajo más pesado para el humano,
pero viviendo en comunidad y comiendo como una enorme familia juntos
se reafirma en mi mente que aquí viviré sin fallar el gran pacto.

Ser parte fundamental de una aristocracia
es un sueño grande para llegar a ser un ciudadano virtuoso ante los demás,
y lo que me inspira a pintar con mayor voluntad mi destino.

Mi meta es ser parte de los árboles,
de las plantas,
de los pequeños insectos que veo en el campo;
no quiero caer en los bienes materiales.

Pues la llegada de un pueblo ajeno me lo hiso ver:
Tener esas ropas, esos amuletos, ese dinero,
dichas cosas que han hecho caer vidas por conquistar el universo.

Que el humano haga verse como un producto que compite por sus adornos,
y que esas pertenencias pesen más que su propia personalidad.
Es algo de lo que más lucho por apartarme, de esas desviaciones de la razón,
pues cosas que vienen de la naturaleza
fueron iguales ante los ojos de Dios.

El dinero no enriquece,
empobrece a las personas.
Esas rueditas brillantes
son la expresión más importante
de la inferioridad en un humano.

Pero convertirme en alguien trascendental,
en un hombre supremo que sea recordado
es lo que me hace escribir;
es mi mayor meta para ejercer y compartir en la comunidad.
Porque la organización de mi ser así lo quiere,
así lo permite;
porque Utopía siempre existió en mi retorcida mente.



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