Olor primero. De la naturaleza.

Concentrado en una porción del universo

me hago ver que no necesito de lo que los demás usan.

Puede que no distinga del todo lo que es necesario

pero puedo entender todos los aspectos de la naturaleza.

A mi lado tengo muchas preguntas ocultas;

pero si bien, siempre quiero deshojar su substancia,

quiero buscar aquella luz que me encuentra en todos los horizontes.

Ahora es momento de captar la verdad de la montaña que esta mucho más allá.

Si en verdad existe una verdad de aquello que me causa curiosidad,

entonces en la naturaleza me divertiré.

Excavaré cada materia para encontrar su ser más profundo

y si es que no existe un alma misma para todo,

entonces, eso que lo investigue el sabelotodo;

yo quiero identificarme más con lo que desconozco.

Cuando camino por la tierra blanda

siento el viento que causa rozamientos tan frágiles

semejantes a mi mente que lo busca todo.

Escucho a los riachuelos pronunciar mi nombre,

como aquella parte de la tierra que me llama a su interior.

Y también huelo el olor del bosque que atraviesa mi novata vista de las cosas.

La naturaleza siempre está presente en mi vida

como algo que me hace cambiar sin opinar.

Y aquí vamos creciendo

como aquel árbol que se alza sobre todo lo demás,

pero sin demorarse ni perder su esencia original.

No hay nada más puro que lo primario de las cosas,

incluso el ser humano, aun con todas sus puertas

que conducen a cuartos de diferentes vivencias,

tiene en la existencia su inevitable comienzo.

Toco y experimento todo esto,

jalo los conceptos de todas las cosas

para dejarlos en materia natural.

Este es mi estado primario,

es mi suspiro de alivio,

es mi selva que me espera para reflexionar.

Y donde cada gota de lluvia

alimenta mi cuestionar.